La capital se ha preparado durante más de un año para volver a recibir un gran premio de la F1. La meta: brillar de nuevo en la máxima categoría del automovilismo.
La Fórmula 1 vuelve a México esta semana, luego de que durante 23 años los directivos del automovilismo nacional vieran lejana esa posibilidad y de que, tras el regreso anunciado en julio de 2014, la capital se preparara durante meses para recibir de nuevo el rugido de los bólidos.
Para expertos en el tema, ese ruido producido por los motores de mil 600 centímetros cúbicos es, justamente, uno de los encantos de este deporte.
“Eso atrae mucho a la gente. Creo que alborota toda la adrenalina. Es la parte que hace que el deporte vibre, que la gente se entusiasme; es emocionante”, dice Rodolfo Sánchez Noya, periodista deportivo que ha presenciado todos los grandes premios celebrados en México.
La última vez que el Distrito Federal escuchó ese estruendo acelerado fue durante el Gran Premio de México de 1992, en el final de la segunda etapa de la Fórmula 1 en nuestro país.
En ese entonces, José Abed, presidente de la Organización Mexicana del Deporte Automovilístico Internacional (OMDAI), representante de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) en México, pensaba que sería la última vez que se vería una carrera de la Fórmula 1 en México.
“Cuando nosotros estábamos premiando ya sabíamos que iba a ser la última carrera. Teníamos la angustia de que se iba el Gran Premio de México”, recuerda Abed.
El primer indicio de que se terminaría la Fórmula 1 en México —añade— fue que el entonces regente del Departamento del Distrito Federal, Óscar Espinosa Villareal, describió a los bólidos como los 18 autos más contaminantes del mundo. En respuesta, Max Mosley, entonces presidente de la FIA, dijo al regente que en realidad eran “los 18 autos más afinados del mundo”.
Así, los bólidos rugieron en la capital por última vez el domingo 22 de marzo de 1992. Tendrían que pasar 23 años para su regreso este mes, con lo que se abre una nueva era de la Fórmula 1 en México.
Esta historia de la relación del país y la máxima categoría del automovilismo ha tenido altibajos, y hasta este año se dividía en dos etapas.
La primera ocurrió a principios de los 60, cuando los hermanos Ricardo y Pedro Rodríguez encabezaban el automovilismo nacional. En 1962 se realizó una carrera de Fórmula 1 en México, aunque no otorgaba puntos para la competencia mundial.
Para ese entonces, Ricardo Rodríguez, de 20 años —un piloto joven si se considera que el promedio de edad de los demás competidores era de 35 años—, figuraba como estrella de la escudería Ferrari.
La falta de puntos en la competencia impidió que Ferrari participara. Sin embargo, esto le permitió a Ricardo utilizar un vehículo prestado para la competencia: un Lotus color verde.
Durante el primer día de pruebas de calificación, Ricardo falleció en un accidente en la curva peraltada del entonces Autódromo de la Magdalena Mixhuca —renombrado en 1973 como Hermanos Rodríguez en honor a Ricardo y su hermano Pedro—, por lo que nunca participó en la primera edición del Gran Premio de México que otorgaba puntos, un año después.
Tras ocho años seguidos de Fórmula 1 en México —en los que Pedro Rodríguez tomó la estafeta como representante del automovilismo nacional—, en 1970 el Gran Premio de México fue retirado del calendario de la F1 debido a que un grupo de aficionados invadió la pista, lo que derivó en retrasos de la carrera y problemas de seguridad.
“Fue la pasión de los mexicanos, no era porque quisieran parar la carrera ni hacer ningún escándalo político-social, sino que invadieron la carrera por pasión, por querer ver pasar los coches; se descuidaron los policías y pues sucedió lo que sucedió”, recuerda Abed.
El incidente le costó 16 años sin Fórmula 1 a los mexicanos, pero el Gran Premio regresó en 1986.
Fue el comienzo de la segunda etapa de la F1 en el país, con autos más modernos y una generación de pilotos como pocas, entre las que se encontraban el brasileño Ayrton Senna, el francés Alain Proust, el británico Nigel Mansell —campeón del último Gran Premio de México—, el austriaco Gerhard Berger y un joven Michael Schumacher.
Se trató de una etapa corta, de tan sólo seis años, hasta 1992, en la que no hubo pilotos mexicanos en ninguna de las competencias.
“Lamentablemente en esa época no teníamos ningún piloto mexicano que tuviera una gran trayectoria como tuvieron otros pilotos (como los Rodríguez)”, recuerda Sánchez Noya.
De esa manera, ya sin el apoyo de las autoridades locales, un requisito indispensable para que la capital fuera anfitriona de la Fórmula 1, la Ciudad de México se tuvo que despedir de la máxima categoría del automovilismo durante las dos décadas siguientes.
Un autódromo renovado
Apenas faltaban dos vueltas para el Gran Premio de México de 1990 y el francés Alain Proust, de la escudería Ferrari, iba a la cabeza. Le seguían de cerca, pero sin posibilidad de alcanzarlo, Gerhard Berger y un aguerrido Nigel Mansell.
Entrando a la curva peraltada —similar a la elíptica de Monza, Italia—, Mansell fintó a Berger, primero por dentro de la curva y luego, en centésimas de segundo, lo rebasó por fuera para enfilarse a la recta del Autódromo Hermanos Rodríguez y terminar en segundo puesto.
Ese fue uno de los capítulos más espectaculares del automovilismo internacional y de la famosa peraltada del Hermanos Rodríguez, misma que dejará de ser utilizada en esta nueva etapa de la Fórmula 1 en México.
Como parte de las remodelaciones que tuvo el autódromo, la peraltada se interrumpió al inicio para construir cinco curvas cerradas que obligan a los pilotos a pasar justo en medio de lo que era el Foro Sol.
De golpe, los pilotos se encontrarán de frente con más de 40 mil espectadores, algo que no ocurre en ninguna pista del mundo. “Creo que eso hará que el ruido de los espectadores retumbe más que los motores”, considera José Abed.
Al salir de esa zona, los pilotos se reincorporarán a la mitad de la peraltada y se enfilarán a la curva 17, renombrada curva Mansell para recordar el rebase del Bulldog británico en 1990.
Pero no fue el único cambio. Para asegurar su lugar en la competencia, la Corporación Interamericana de Espectáculos (CIE), organizadora del evento, tuvo que remodelar completamente el autódromo: se cambió el trazo de la pista, respetando gran parte del original, para cumplir con las especificaciones de seguridad de la FIA.
La recta principal se alargó y se reorientó para convertirla en una de las más prolongadas de la F1, con más de mil 300 metros, y en la que los monoplaza pueden alcanzar velocidades de más de 320 kilómetros por hora, con lo que el circuito mexicano se convirtió en el segundo más rápido del mundo, detrás del de Monza.
También se suavizaron las curvas conocidas como “eses” y se tuvo que nivelar el suelo de todo el complejo, además de que se reencarpetaron completamente la pista y varías zonas del autódromo con tres capas de asfalto. Se sumaron también nuevos edificios: uno para albergar los 33 pits de la competencia, una nueva torre de control, un paddock club de dos pisos, un centro de medios y una enfermería para atender posibles accidentes.
A eso hay que agregar las nuevas gradas y zonas para albergar a 120 mil espectadores, según información de la CIE.
Para ello, la ciudad lleva preparándose más de un año, desde julio de 2014, cuando se anunció el regreso de la Fórmula 1 a México durante los próximos cinco años.
En ese tiempo se invertirán 360 millones de dólares en total —210 por parte del gobierno federal, a través del Consejo de Promoción Turística de México, y 150 millones por parte de la CIE—, es decir, 72 millones de dólares anuales.
La expectativa es que durante esos cinco años el evento deje una derrama económica de dos mil millones de dólares y 18 mil empleos directos e indirectos, según con estimaciones de la Secretaría de Turismo federal dadas a conocer en 2014.
Una carrera para inspirar
Desde hace meses, en los alrededores de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixhuca, donde se encuentra el Autódromo Hermanos Rodríguez, hay un ir y venir de trabajadores que afinan detalles.
“Hay un montón de cosas que se van a hacer en torno a la Fórmula 1, que es un pretexto importante para dejar esa zona de la ciudad bonita y agradable”, explicaba Horacio de la Vega, director del Instituto del Deporte del DF, en octubre pasado.
Durante los últimos meses, el GDF ejecutó un programa de promoción para el automovilismo, con eventos públicos como la exhibición de autos Ferrari de F1 en Reforma o una similar de la escudería Red Bull en el Zócalo.
El interés de las autoridades está en que la realización de eventos de este tipo coincide con la política deportiva local, basada en cuatro ejes que incluyen la mejora de infraestructura deportiva, la activación de la población a través de iniciativas como los gimnasios al aire libre, el apoyo de nuevos talentos, y facilitar que se realicen competencias internacionales en la ciudad.
La finalidad es inspirar a la gente para que se interese en el deporte en general. Algo que, según especialistas, además de beneficios a la salud puede ayudar a la proyección deportiva del país.
“Lo que haces con un evento como éstos es crear las bases para el desarrollo del deporte desde abajo, una vez que tienes una aspiración a dónde llegar ya tienes a la gente dispuesta a hacerlo… Eso hace que los niños digan: ‘Quiero ser como Checo Pérez, como Esteban Gutiérrez o como el mismo Lewis Hamilton’”, explica el historiador deportivo Carlos Jalife.
Así, tras 23 años de ausencia en la F1, la ciudad está a dos días de regresar al máximo circuito del automovilismo internacional, ahora sí con dos pilotos representando a México —Checo Pérez con Force India y Esteban Gutiérrez como reserva de Ferrari— y con la posibilidad de inspirar a otros mexicanos a seguir ese camino.