Estos menores con alto coeficiente intelectual tienden a sufrir discriminación, por lo que ellos y sus familias necesitan apoyo psicológico.
Leonardo tiene siete años y, hasta hace unos meses, sufría discriminación en la escuela y en su propia familia.
La mayoría de las personas que convivían con él a diario lo tachaba de preguntón y sabelotodo, una situación que bajaba el ánimo del menor y que llevó a Verónica, su madre, a buscar ayuda profesional.
Tras la búsqueda, la familia de Leonardo se enteró de que tiene un alto coeficiente intelectual —superior a los 130 puntos— y de que es uno de los 100 mil niños de la Ciudad de México que poseen características similares. En todo el país se estima que hay un millón de menores así; en tanto, el coeficiente intelectual promedio va de los 90 a los 110 puntos.
Del total local, 101 menores son atendidos por el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) capitalino a través de su Programa Integral para el Diagnóstico y Atención a la Sobredotación Intelectual (PIDASI), que los ayuda a integrarse a la sociedad y está enfocado en apoyar a las familias de escasos recursos.
“Hay un antes y un después del programa. Yo lo veo como otro niño, uno más feliz, y yo también lo estoy. Él me decía sorprendido: ‘¡Mami, hay niños como yo!’. Y yo feliz le dije: ‘Hay mamás como yo’”, cuenta Verónica sobre Leonardo, quien forma parte de la primera generación de niños del PIDASI, que comenzó a operar en julio.
Gamaliel Martínez Pacheco, director general del DIF del Distrito Federal, explica que uno de los problemas más comunes para estos menores y sus familias radica en que la sobredotación intelectual suele ser confundida con otras condiciones. Por ejemplo, familiares y profesores tienden a pensar que un niño así tiene trastorno por déficit de atención.
En la escuela, los niños con alto coeficiente intelectual pueden ser muy tímidos y poco sociables o, en cambio, aburrirse fácilmente en las clases y ser muy inquietos.
Alejandro, por ejemplo, fue dado de baja de tres primarias porque sus maestros consideraban que no socializaba con sus compañeros. Sin embargo, luego de recibir ayuda psicológica, él y su madre, María, enfrentaron sus problemas de integración y consiguieron que ahora curse la secundaria.
“Alejandro siempre fue un niño rechazado. Ahora en la secundaria lo siguen molestando [pero] ha encontrado apoyo en sus talleres”, dice María.
Al respecto, el director del DIF del DF subraya: “Es una población muy vulnerable, muy atacada porque su comportamiento es muy distinto al estándar. Dentro de sus casas [los niños] son bulleados porque no son comprendidos y lo mismo pasa en su entorno escolar y social”.
“Actuamos sobre la familia. Vimos la manera de atacar el problema de forma integral, entendiendo que el problema no es el niño, sino su entorno”, agrega.
Hacer que un genio confíe en sí mismo
El PIDASI —que este año fue reconocido por la organización internacional World Council for Gifted and Talented Children— dura tres años y se compone de talleres impartidos por psicólogos.
Los talleres se dividen en dos fases: “Incluyéndome” y “Creándome”. En la primera, los especialistas trabajan con los padres y los hermanos del niño para que sepan qué es la sobredotación intelectual y sepan cómo tratar al menor. En la segunda, se busca que los niños realicen actividades grupales para que, de forma gradual, aprendan a socializar, adquieran confianza en sí mismos y exploten su potencial de desarrollo.
Uno de los talleres es “Jugando soy”, cuyo objetivo es mostrar a los niños cómo tener relaciones interpersonales con sujetos de autoridad y con sus iguales, así como fortalecer su autoestima. Otro es “Cuéntame”, para fomentar la expresividad a través de que el menor elabore cuentos, mientras que en “Cre-arte” se les da material plástico para que hagan figuras y para enseñarles conceptos teóricos.
Fernando Silva, responsable del taller de ajedrez, explica que con esta actividad la meta es ayudar a los niños a desarrollar estrategias de éxito mediante el juego y, también, a tener tolerancia a la frustración y la derrota.
El director del DIF capitalino dice que el PIDASI busca consolidarse y crecer en 2016. Para ello, agrega, las autoridades llaman a los padres a estar pendientes del comportamiento de sus hijos y solicitar ayuda si la consideran necesaria.
Los formularios de primer contacto con el programa —cuestionarios de 20 preguntas para identificar si un niño puede o no tener sobredotación intelectual— están disponibles en la página del DIF local.
A decir de Martínez, responder esas preguntas a tiempo puede ser la diferencia entre que un pequeño genio crea en sí mismo y tenga una infancia feliz, o crezca aislado y discriminado.
Qué hacer en estos casos
Estos son aspectos clave del programa a cargo del DIF del Distrito Federal:
- Para acceder a él, los padres de familia que creen que su hijo tiene alto coeficiente intelectual presentan una solicitud y responden cuestionarios.
- El programa atiende a menores con sobredotación intelectual de seis a 15 años y cuyas familias son de escasos recursos.
- Las familias que entran al PIDASI son canalizadas a otros programas y también reciben apoyos económicos y servicios gratuitos por parte del DIF.
- En julio pasado, el Gobierno del DF fue reconocido por la organización internacional World Council for Gifted and Talented Children por la calidad de los procesos del programa.
Del panorama mundial al local
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que alrededor de 3% de la población infantil del planeta tiene sobredotación intelectual. A nivel nacional, se estima que en todo México hay un millón de niños en esta situación. Y en la capital del país, de acuerdo con estos mismos cálculos, esto se traduce en que 100 mil menores con un coeficiente de 130 o más viven en el DF. Las autoridades capitalinas llaman a que los padres estén pendientes de sus hijos para ayudarlos si lo requieren.