Donovan Tavera tiene un trabajo poco común: es de los pocos limpiadores de escenas del crimen que hay en el país y de los primeros en la Ciudad de México.
FOTO: LULÚ URDAPILLETA
La primera vez que Donovan vio un muerto fue a los 12 años y desde ese momento la curiosidad lo atrapó: al cadáver le salían fluidos, casi afuera de su domicilio, pero más allá del cuerpo y de la movilización policiaca, se cuestionó qué iba a pasar con la sangre, quién la iba a limpiar y, al no obtener respuesta, su investigación comenzó.
Donovan es, quizá, el primer limpiador forense del país, recalca el “quizá” porque cuando inició su carrera no tenía manera de investigar si alguien más lo hacía. Hoy es reconocido internacionalmente, incluso, expertos han determinado que un equipo alemán, un norteamericano y él son los más preparados en todo el mundo en este tema.
En sentido estricto, su trabajo se llama descontaminación biológica, pero es más conocido como limpieza de escenas del crimen. Lleva 16 años dedicándose a cambiar atmósferas, a liberar del último dolor a las familias que perdieron a un ser querido en una situación adversa.
La Ciudad de México es una de las entidades donde más trabajo ha tenido, a la par de otras como Tijuana, Veracruz, Puebla, Estado de México, Guerrero y Morelos.
La mayoría de los casos que atiende son homicidios y suicidios, y no es extraño: cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que tan sólo en 2015, en el país se registraron 14 mil averiguaciones previas por homicidio, de las cuales, 642 ocurrieron en la capital.
A estas atenciones le siguen las muertes en soledad, que es cuando una persona es encontrada tiempo después de su fallecimiento, y por último están los accidentes.
Aprendizaje solitario
Después de su primer encuentro con la muerte, la curiosidad científica rondó por su cabeza: “Cuando vi el cadáver empecé a preguntar a mis padres, a mis tíos, a un doctor, pero nadie sabía qué pasaba con la sangre. Me decían que se la llevaba la lluvia o que le echaban agua, pero algo me decía que no podía ser así”.
Al paso de los años comenzó a investigar en una biblioteca pública. Leyó textos de medicina y medicina forense, y aunque no encontró un término que lo definiera, entendió los riesgos que implicaban los residuos biológicos y que sí existían formas de limpiarlos. Se interesó también por la química y la psicología; a los 17 años decidió que tenía el conocimiento suficiente y empezó a practicar con productos de limpieza.
Donovan compraba desechos de carnicerías, anotaba en una libreta las fórmulas que inventaba y una vez que las vísceras se descomponían y generaban olores y manchas comenzaba a limpiar.
“Al principio mis papás me decían que le parara al tema, pero luego vieron que mi curiosidad había escalado al conocimiento, inventaba situaciones hipotéticas y entonces el que hiciera mis pruebas era como ir a clases de natación o de música. Era lo que me interesaba”, dice.
En el año 2000 sacó sus ahorros, compró material e imprimió tarjetas de presentación que repartió en la calle. Así llegó su primer trabajo: una limpieza tras un fallecimiento por broncoaspiración.
Desde entonces se siente seguro de los protocolos que sigue y del catálogo de sustancias que inventó, pues ofrece descontaminación de objetos o casas enteras, además de que ha pasado de limpiar telas, alfombras y paredes a quitar manchas hemáticas en hojas de papel y óleos.
Wagner y Iron Maiden para limpiar
Donovan es un tipo serio, pero amable. Tiene que serlo, pues para tratar con quienes sufren una pérdida se requiere atención especial desde que se contesta el teléfono.
“Hay que tomar en cuenta que la familia ya pasó por el shock de una mala noticia, pasó por la pérdida, el funeral, los trámites y si a eso le sumas que en casa te recibe el aroma o una escena, el impacto es mayor”, dice.
En 16 años de carrera, sólo un caso lo impactó profundamente: un asesinato múltiple en la Ciudad de México en el que las marcas de lucha entre las víctimas y su atacante eran muy evidentes.
Sin embargo, afirma, sabe que en su línea de trabajo siempre estará expuesto a esas impresiones, por lo que trata de concentrarse y realizar su trabajo con respeto, por lo que echa mano de la ópera y el heavy metal para concentrarse antes y durante la limpieza, tras una muerte.
“Antes de empezar escucho parte de Tristán e Isolda de Wagner y al trabajar repito una y otra vez The Number of the Beast de Iron Maiden y Paranoid de Black Sabath. Son las que me mantienen alerta”, dice.
Fama problemática
El trabajo de Donovan es tan raro que hay muy pocas personas en el mundo que lo hagan, por lo menos como se debe, explica.
Incluso ha tenido que demandar a quienes, para aprovechar su nombre y experiencia, lo han suplantado.
“Se han pirateado mi marca incluso en España. Se presentan como si trabajaran conmigo, pero en mi empresa sólo somos mi tío y yo”, dice Donovan, quien considera que hay muy pocos profesionales en su campo.
“Lo que falta es que la gente crea que existe este trabajo, que es necesario y es tan real que yo vivo de eso”, dice.
En cifras:
- 12 años tenía cuando se interesó en la limpieza forense y la estudió por cuenta propia.
- 2000 fue en año en el que comenzó a trabajar en la limpieza de escenas del crimen.
- 7 estados del país concentran el mayor número de atenciones, entre ellos la CDMX.