Los fragmentos de una autobiografía inédita de carlos mérida enlazan una muestra especial sobre su estancia en México, las facetas de su obra y su vida personal
Un siglo después de que Carlos Mérida arribara a México, donde permaneció hasta su muerte en 1984, el Museo Nacional de Arte es la sede de una exposición conformada por 290 piezas, fragmentos tomados de una autobiografía inédita, publicaciones e impresos sobre la vida y obra del pintor guatemalteco: desde su tránsito por el París de la preguerra mundial hasta su entusiasmo por las vanguardias, la vuelta posterior a su tierra natal y su contacto con lo prehispánico y el mestizaje en la identidad americana; desde la fusión entre el arte europeo y el redescubrimiento de su propia raza y orígenes —los grandes paisajes y construcciones de Guatemala, las danzas, los rituales…— hasta su llegada a México, cuya cultura le daría la materia prima para continuar con su búsqueda creativa.
La muestra “Carlos Mérida. Retrato escrito (1891-1984)” fue curada por la investigadora María Estela Duarte a partir de cuatro acervos que permiten conocer a fondo la vida privada del artista, así como su trabajo y afinidades con sus contemporáneos: el archivo que su hija Alma donó al Munal hace 18 años, el de la Galería Arvil, el de la Galería de Arte Mexicano y el de su nieta, Cristina Navas, centrado en aspectos familiares. Así, por ejemplo, se puede descubrir el amor que Mérida le tuvo a la música —vocación interrumpida por una enfermedad que en la infancia lo dejó parcialmente sordo—, y su fervor hacia el muralismo como instrumento para convertir la pintura en un arte social a través de su exhibición en espacios públicos (su mural más importante estaba en el Multifamiliar Juárez y quedó destruido tras el terremoto de 1985).
Mediante fragmentos tomados de los archivos manuscritos y mecanuscritos de la autobiografía inédita, resguardada por la Galería Arvil, la muestra adquiere su ilación narrativa: dos secciones principales, “El discurso plástico” y “Diseño”, que se dividen en 10 subtemas. En la primera se traza el arco ya mencionado, el punto donde encontró su identidad: de la estancia en París al regreso a Guatemala. En esta sección, además, se exhiben los 25 paneles decorativos que hizo para el auditorio del Hotel Aristos en Reforma, y las obras de los artistas que conoció y admiró: Kandinsky, Klee y Miró, o retratos de figuras como el Dr. Atl y Luis Cardoza y Aragón.
En la segunda se muestra una vertiente de su trayectoria: el trabajo en las artes escénicas. “En 1932, Mérida fue el primer director de la Escuela de Danza en México, labor por la que el propio Carlos Chávez lo felicitó. Este proyecto maravilloso es parte de su legado. Los grandes diseños escenográficos y vestuarios que hizo para varias obras fueron producto del arduo trabajo con su hija, la coreógrafa Ana Mérida. Nosotros quisimos recuperar algo de lo que hizo en Bonampak, Chiapas, pero Bellas Artes no conserva vestuarios tan antiguos. Además, Mérida ilustró más de 100 libros y revistas”, cuenta Duarte.
Entre el material de este bloque también hay serigrafías y litografías de temática maya. Mientras que el Gabinete personal se conforma por la memorabilia en torno a su vida: fotos en las que lo acompañan amigos o familiares —su esposa Dalila y sus hijas, Alma y Ana—, postales adquiridas en su viajes y objetos que testifican sus primeros años en México.
Un lenguaje propio
“La obra de Mérida es importante por muchas razones”, explica la curadora. “Una de ellas fue su honestidad al adoptar la vanguardia europea y el aprendizaje de sus maestros y colegas. Sus amigos, la gente con la que se codeó, fueron los integrantes de la vanguardia: Picasso, Modigliani… por lo que realmente comprendió el estilo europeo e hizo de él un lenguaje propio.
“Cuando terminó su aprendizaje, volteó hacia Guatemala, su tierra nativa, y se encontró con el folclor, lo cual le dio la pauta para hacer sus grandes pinturas anecdóticas —por decirlo de alguna forma—: las costumbres populares, el vestuario, el atuendo, las escenas de la vida cotidiana, los músicos en su jornada, la bandera, los paisajes de Guatemala, de Quetzaltenango y otros tantos”, continúa.
“Sin embargo, pese a que el folclorismo era encantador, Mérida sabía que podía ser una trampa, una fórmula a repetir. Entonces, su pulsión lírica alcanzó la abstracción, momento que para la crítica fue su etapa más sublime. Hacia la década del 50 y hasta su muerte, Mérida empezó una búsqueda a la que bautizamos como ‘Ritmos y pautas de la geometría’, y cuyo estilo está muy bien delineado y puede identificarse con un geometrismo referenciado al arte maya, la música, el arte abstracto y la plástica del movimiento”.
Por último, el escritor Víctor Mantilla y la historiadora Valeria Sánchez Michel hicieron los ensayos curatoriales del libro conmemorativo que se editó para “Carlos Mérida. Retrato escrito (1891-1984)”.
La muestra fue montada en la planta baja del Museo Nacional de Arte (Tacuba 8, Centro Histórico) y puede visitarse hasta el 17 de marzo de 2019. Los horarios son 10:00 a 18:00 (martes a domingo) y el último acceso es a las 17:30. El ingreso tiene un costo de $65 y los domingos la entrada es libre.