La capital es el laboratorio de pruebas de una asociación civil que busca enseñar a leer y escribir a los albañiles del país.
Hasta hace dos meses, Hugo Sánchez no sabía cómo encender una computadora. Aunque siempre estuvo interesado en estos equipos, el joven de 27 años no había tenido la oportunidad de estar en contacto con ellos y aprender a usarlos.
La situación cambió recientemente cuando sus jefes aceptaron abrir un aula de clases gratuitas en la obra en la que labora. Desde entonces, este trabajador de la construcción decidió que su paso por los salones de clase no había terminado, como él pensaba, sino que continuaría hasta donde le fuera posible.
El caso de Hugo no es único. Él es uno de los 11 mil albañiles de la Ciudad de México que, hasta la fecha, se han beneficiado del proyecto de la asociación civil Construyendo y Creciendo, que desde hace una década tiene como meta reducir los niveles de analfabetismo en este sector laboral.
De ese total, sin embargo, solamente 750 (menos del 7%) han recibido un certificado oficial por concluir sus cursos de alfabetización, primaria, secundaria o preparatoria. El resto de quienes han tomado al menos una clase deja los estudios a la mitad, por factores como tener que cambiarse de una obra a otra.
Hasta ahora, Construyendo y Creciendo se enfoca en ayudar a los trabajadores que viven en el Distrito Federal, entidad que concentra la mayor cantidad de personas dedicadas a actividades relacionadas con la albañilería: 226 mil de los casi cuatro millones de empleados de este sector económico que existen en el país, de acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El proyecto de la asociación nació en 2005, cuando José Shabot Cherem, su fundador, cursaba la carrera de Ingeniería Civil y trabajaba como asistente en una constructora. Ahí vio que había muchos albañiles que no sabían leer y escribir e, incluso, que había algunos que no hablaban español.
“Me acercaba a un trabajador para decirle que debía tener su equipo de seguridad puesto y veía que no me contestaba, que no me entendía”, recuerda.
Ahora, Shabot presume los que considera ejemplos de éxito. Uno de ellos, dice, es el caso de un trabajador que, después de ser alfabetizado, regresó a su pueblo en Oaxaca para enseñar a leer y a escribir a los miembros de su comunidad. Otro es el de una mujer quien, tras asistir a una plática sobre violencia intrafamiliar, decidió dejar a su esposo, quien la golpeaba.
Cecilia, una de las profesoras del proyecto, apoyado por el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), que depende del gobierno federal, considera que uno de sus mayores logros ha sido trabajar con José, un hombre que venía de Puebla y prácticamente sólo hablaba totonaca.
“El señor aprendió a leer y escribir en español y llegamos a un acuerdo: que él me iba a enseñar a hablar totonaco”, dice.
Con horizontes amplios
Shabot busca llevar las actividades de la asociación hacia distintas zonas del país. Sin embargo, antes quiere fortalecer su estrategia en la capital, donde tiene la meta de duplicar el alcance de sus tareas durante el próximo año.
Actualmente, la organización cuenta con 26 aulas de aprendizaje ubicadas en distintos puntos de la ciudad. Tiene 13 profesores contratados y mantiene convenios con 20 constructoras. Además, tiene un acuerdo con el Gobierno del Distrito Federal para que, en la medida de lo posible, se habiliten salones de clase en las obras que desarrollan las secretarías locales.
Por ejemplo, algunas construcciones del gobierno de la ciudad donde se han brindado clases a los trabajadores son la remodelación de la avenida Presidente Masaryk, la ampliación del Hospital General de Iztapalapa y algunos trabajos en líneas del Metrobús.
Luis González Placencia, expresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), considera positivos estos esfuerzos de la iniciativa privada. No obstante, advierte también que estas labores no sustituyen a las que deberían realizar las autoridades capitalinas.
“Eso no quita que la Secretaría de Educación del DF debiera plantear una política integral de alfabetización, incluso por fuera de las escuelas, porque es difícil pensar que estas personas puedan asistir regularmente a una escuela”, sostiene el exombudsman.
Para Construyendo y Creciendo, más allá de lo que haga o no el Gobierno del Distrito Federal, la labor que sus miembros realizan desde hace 10 años no solamente debe mantenerse, sino fortalecerse. Esto, para que más albañiles como Hugo puedan presumir que ya saben manejar una computadora, incluso hojas de cálculo, y que esto, a su vez, les abra más opciones educativas y de desarrollo profesional.
La nueva meta: mover los salones de clases
Para expandir sus actividades, Construyendo y Creciendo tiene un nuevo programa piloto. José Shabot Cherem, su fundador, explica que la organización busca tener aulas móviles distribuidas por la capital. De momento, la asociación únicamente tiene una en la delegación Azcapotzalco, aunque el objetivo es entablar un acuerdo con el Gobierno del Distrito Federal para que exista una en cada una de las 16 explanadas delegacionales de la capital.