Cortesía: Museo Jumex

El mundo detrás de la pantalla

Especiales
La exposición “Realidad programada” explora las distintas caras del fenómeno televisivo: desde los aspectos políticos y la construcción de la historia hasta su influencia en la identidad individual

Durante un episodio de Tómbola, extinto y polémico programa de entrevistas, transmitido hace 17 años en la televisión abierta, un presentador le preguntó a la videoartista Ximena Cuevas si le incomodaba que su padre, José Luis Cuevas, le hubiera puesto el nombre de una de sus exnovias.

“Lo único que quería decir es que me van a tener que cortar porque estoy tremendamente aburrida. Tremendamente aburrida”, respondió. “¿Pero vamos a empezar a hablar?”, arremetió el presentador. “Ah, ¿les parece divertido?”, volvió a responder ella, antes de que otro conductor la provocara: “No, pero sí quisiera saber qué es lo que a ti más te divierte”. Cuevas, entonces, sacó una cámara portátil de una maleta de viaje, apuntó hacia la perspectiva del público, la cámara principal, y repitió cuatro veces una especie de mantra, un loop de oraciones: “Quiero encontrar a una persona allá afuera que quiera meterse en su vida, que le interese su vida, que quiera meterse en su vida, que le interese…”, hasta que el programa terminó.

Esta grabación es parte de las cuatro compilaciones/canales de videos que, en palabras de Adriana Kuri, asistente curatorial del Museo Jumex, “imitan el flujo de la televisión” y conforman “Realidad programada”, muestra sobre la experiencia televisiva.

Dichos canales se repiten en las pantallas de 75 pulgadas, que se colocaron en varios espacios de la Galería 3 del museo, y fueron divididos temáticamente: “Daytime, el cual trata sobre la programación diurna y la representación de la mujer en la televisión; News Cycles, sobre la forma en que las noticias se presentan en nuestro mundo; Appearances, que aborda a la televisión como un espacio fantástico donde se crea una realidad alterna e inmersiva de la que nos sentimos parte, y Transmission Breaks, serie de piezas de artista, hechas con el formato de los comerciales, que se incorporó a los canales ya citados (aunque, en su momento, algunos clips pudieron ser vistos en televisión; Chris Burden, por ejemplo, compró espacios comerciales y transmitió sus piezas)”, continúa.

Según cuenta Kuri, la exposición no fue planteada a partir de ejes conceptuales bien delimitados, pero, entre las obras exhibidas, sí hay temas que se repiten: la construcción de la historia oficial y la transmisión de noticias e imágenes “que han quedado en la mente colectiva de la sociedad”; la manera en que la televisión forma la identidad de la gente y cómo, a su vez, la televisión se construye a partir de la cultura; la cultura visual que se integra en “nuestra forma de ver el mundo”, y los aspectos formales: desde los sets y sus atmósferas que simulan ser reales, la otra identidad que adquieren quienes tienen sobre sí los reflectores, el efecto de aparentar que todo sucede en vivo y las sensaciones contradictorias, intimidad y extrañamiento, ante lo que se ve en la pantalla, hasta un par de piezas que operan con tecnología de circuito cerrado y otras que exploran el lado abstracto, las cualidades sensoriales y oníricas, de este importante medio de comunicación.

Uno de los temas explorados en las más de 100 piezas hechas por artistas de todo el mundo, la construcción de la historia oficial, se sostiene con imágenes icónicas de nuestro tiempo: la fotografía de un hombre parado frente a una hilera de tanques, en el contexto de la masacre de Tiananmén (Pekín, China, junio de 1989), la autoinmolación del monje budista Thich Quang Duc como protesta hacia el gobierno (Saigón, Vietnam, junio de 1963) y el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy (Texas, Estados Unidos, noviembre de 1963). Los primeros dos sucesos fueron transmitidos y se volvieron icónicos, pero ante las sociedades de sus respectivos países se convirtieron en tabús históricos. El tercer acontecimiento no fue transmitido en tiempo real, pero sus consecuencias tuvieron un impacto mediático avasallador.

Otro aspecto relevante se muestra en Soy mi madre, cortometraje del artista visual Phil Collins. La pieza es una reinterpretación de Las criadas, obra de teatro de Jean Genet, que satiriza los elementos de las telenovelas mexicanas, rompe la cuarta pared (el escenario y los camarógrafos aparecen durante un plano secuencia; los personajes principales son interpretados por varios actores), y al final invierte los argumentos narrativos típicos de las telenovelas.

Dos piezas particulares se centran en lo atmosférico y lo onírico —una despersonalización similar que puede compararse con el mundo del sueño—, fenómenos sensoriales ubicados en las periferias de la experiencia televisiva: Cielo, de Alex Israel, pintura en la que se expande una tonalidad, e Instalación oscura, de James Turrell, un cuarto con una aparente pantalla a través de la cual se filtran gamas de luz que envuelven el espacio.

El nombre de la exposición alude a la falsa naturalidad de lo televisado: “Pensamos que todo sucede en vivo”, explica Kuri. “Los programas raramente se transmiten en vivo, y cuando es así, todo lo visto ha sido editado. Se trata de una realidad incontestable, una realidad irreal, una realidad programada”.

La muestra fue producto de la colaboración entre Fundación Jumex Arte Contemporáneo y Fundación Televisa, y cuenta también con piezas de Tony Conrad, Francis Alÿs, Carlos Amorales y Yoshua Okón, entre otros.

La exposición podrá verse hasta el 24 de marzo, de martes a domingo (10:00 a 20:00), en el Museo Jumex (Boulevard Miguel de Cervantes Saavedra 303, Col. Granada).