A pesar de que fue creado con fondos públicos, el Museo del Tequila y el Mezcal terminó siendo operado por una empresa privada y vende alcohol
La Plaza Garibaldi respira lento. La voz del mariachi y los sonidos de guitarras, trompetas y violines resuenan bajo, apenas se escuchan. Lejos quedó la época dorada en la que acudían cantantes y actores famosos como Pedro Infante y Jorge Negrete a tomar y a cantarle al amor, a la vida y al despecho.
Hace tres años que las autoridades capitalinas prohibieron la venta de alcohol en la explanada, y el Museo del Tequila y el Mezcal (MUTEM) se ha transformado en uno de los últimos centros de diversión de la zona, junto con los bares aledaños. El recinto se concibió como uno de los ejes principales para el desarrollo de un proyecto cultural que abarcaría todo el Centro Histórico: era el ancla para enlazar a Bellas Artes con la calle Madero y los teatros de la ciudad, explica el exsecretario de Turismo del DF Alejandro Rojas.
Por eso fue financiado con recursos públicos que sumaron 42 millones de pesos, aportados en partes iguales por el GDF y el gobierno federal, pero la operación del MUTEM no quedó a cargo de la Secretaría de Cultura local, como sucede con los otros museos públicos de la ciudad, sino que se delegó a la empresa privada Integradora de Cultura y Raíces Mexicanas S.A. de C.V.
La administración de Marcelo Ebrard le otorgó un permiso para vender artículos diversos y explotar el edificio como restaurante-bar durante 10 años, con la posibilidad de ampliar la licencia hasta por 20 más: una excepción sin precedentes en la capital.
“La terraza y la cantina de la planta baja son los lugares predilectos de los visitantes”, reconoce Christian Merlos, director del MUTEM, “aunque no hay manera de saber si acuden por la oferta cultural o por el servicio de bar que tiene disponible el recinto”. Sin embargo, asegura, en este momento se está ampliando la oferta cultural y el número de exposiciones sobre tradiciones mexicanas que ofrecerá la institución.
Por ‘cuestiones de seguridad’, no se pudo conocer el monto exacto de las ventas etílicas realizadas por la empresa privada, pero lo que sí aclaró la Oficialia Mayor, encargada del avalúo del museo, fue que para poder explotar el lugar la empresa paga una contraprestación anual de 583 mil 80 pesos, con un aumento promedio de 4.3%. Por lo que, para que exista un retorno de la inversión inicial, el GDF necesitaría cobrarle este monto durante 74 años.
NO TODO EL MUNDO ESTÁ FELIZ CON EL MUSEO
De acuerdo con Christian Merlos, una de las ventajas que trajo el retiro de venta de alcohol en la plazuela es que ha permitido acercarse al objetivo de clientes extranjeros que buscaba el museo.
Mas esta medida también disminuyó la popularidad de la Plaza Garibaldi, pues los altos costos del consumo la volvieron inasequible para la mayoría de los chilangos. Mientras que antes comprar una caguama en la explanada costaba 45 pesos , ahora una cerveza de 350 mililitros vale 60 pesos en el Mutem, sin contar el precio de la entrada del museo. No cualquiera tiene los recursos para acudir a un bar, lamenta el mariachi Rodrigo de Jesús.
Para María Fernanda Aguilera, socia de la cantina Tenampa, el MUTEM se convirtió en una competencia sana para bares y restaurantes de la zona, aunque sigue siendo percibido como un ente ajeno al contexto de Garibaldi, fuera de la vida cotidiana de los habitantes de la colonia Centro.
A principios del año, el exdelegado de la colonia Cuauhtémoc Alejandro Fernández propuso que se retirara completamente el inmueble del espacio público, pero la sugerencia resultó inviable, debido a los altos montos invertidos en el edificio y al hecho de que todavía sobraban cinco años de concesión. No obstante, han sido numerosas las voces que se han elevado a favor de la remodelación de la zona, para que esta construcción deje de ser una barrera visual que oculta el resto de la explanada.
De acuerdo con la Secretaría de Turismo, el museo fue concebido para “considerar al tequila y al mezcal como un bien patrimonial, cultural y natural, clave para generar una identidad territorial que busque explicar la importancia de la música del mariachi, la historia de la plaza y los procesos de producción de las bebidas nacionales”.
Pero el problema, explica Alejandro Rojas, es que no se respetaron los planes iniciales en los que el área cultural del museo ocupaba la mayor parte del inmueble: “No se trataba de que la gente se emborrachara, sino de mostrarle nuestra cultura y mostrar lo que significaba ser un mexicano”, concluye el funcionario.
Aquí los documentos consultados para realizar el texto.
GARIBALDI EN LA MEMORIA:
Desde el siglo XIX se establecieron pulquerías alrededor de la plaza Garibaldi, aunque la prohibición del consumo de bebidas embriagantes al interior de estos establecimientos transformó a la explanada en un lugar de reunión privilegiado.
Muchos años después, el emplazamiento se convirtió en la sede del mercado El Baratillo, en donde se vendían antigüedades y objetos de segunda mano, hasta que en el sexenio del presidente Pascual Ortiz Rubio se trajo el mariachi jalisciense. La zona adquirió su nombre definitivo en 1909 en honor a Giuseppe Garibaldi.
CUATRO OBRAS COMPLETAN EL NUEVO PROYECTO DE CENTRO HISTÓRICO:
- En el Centro Cultural del Mariachi se imparten clases de música mexicana, con la finalidad de revalorizar este oficio.
- El Mercado de San Camilito ofrece una amplia variedad de comida típica mexicana.
- Falta peatonalizar la calle de Honduras para unir Garibaldi con la Plaza Tolsá.
- También está pendiente formar el corredor cultural de Madero hacia Bellas Artes.
CIFRAS:
- 48 mil 590 pesos mensuales es el costo operativo del MUTEM.
- 200 a 400 pesos gasta en promedio un consumidor en el museo.
LOS OTROS MUSEOS DEL TEQUILA Y EL MEZCAL: