Tayde Subeldía es muralista, rescata paredes públicas en la CDMX y en varios estados de la república para mejorar comunidades.
FOTO: LULÚ URDAPILLETA
La universidad la decepcionó al grado de que un año antes de terminar la carrera de Artes en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Tayde Subeldía dejó las clases para salir a las calles a aprender.
El rigor, el academicismo y la visión “cuadrada” de entender el arte en las escuelas le hizo dudar de su pasión y de las posibilidades que tenía esa niña que solía dibujar en los bordes de sus cuadernos.
De no ser por sus amigos, que la llevaron a ver grafiti, las pinturas de vinil y algunos lienzos cotidianos, como paredes de casas y muros en las calles, Tayde no se habría convertido en seguidora del nuevo muralismo, del que se hace para la gente —dice— y que cambia el color en las calles y hace que las personas reaccionen.
Como artista, dice, no se puede ser ajeno a las reacciones de las personas: “Uno no ignora a quienes sonríen, pero es más evidente cuando muestran disgusto, y para muchas personas que nos dedicamos al arte lo que nos motiva es ver una reacción, evitar que la gente vaya en automático, que pase desapercibido. Despertar algo es parte de nuestro trabajo”.
Ser artista urbano no es algo fácil —considera Tayde—, pues en el imaginario social se sigue pensando que quienes pintan paredes o usan aerosoles son personas que vandalizan, y aunque hay grupos que sí se adueñan de paredes, hay otros que rescatan áreas, les ponen color y fomentan la apropiación del espacio público.
“¡Hasta ganamos concursos y nos pagan por pintar! Es difícil creerlo al principio, pero en serio ganamos dinero, viajamos, conocemos a muchas personas y la misma práctica nos hace mejorar e intercambiar técnicas”, dice.
Con su experiencia, si algo ha comprobado Tayde, es que sí se puede vivir de pintar, sólo es cuestión de que se trabaje muy duro, se busquen conocimientos, se sacudan los miedos y se aprovechen oportunidades.
“Hay que tomar las convocatorias, quitarse el temor, atreverse a salir nada más para ver qué pasa porque en ese ‘a ver qué pasa’ pueda pasar todo”, considera.
LES VIENE DE TRADICIÓN
México siempre ha tenido un arraigo con el muralismo, desde la primera mitad del siglo XX con aquella generación encabezada por David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, por citar a algunos.
El movimiento consistía en pintar a gran formato, en paredes de edificios icónicos, escuelas y a veces en lugares públicos, con la inspiración de generar cambios sociales y económicos profundos, tras el fin de la Revolución Mexicana.
De esa manera, ahora inspirados por grandes artistas mexicanos, el muralismo ha sido llevado a otros escenarios, a través de otros materiales y en contextos distintos, pero siempre reconociendo la importancia y la raíz del arte nacional.
“Creo que el muralismo sigue estando ahí y mucho se retoma de él. Ahora se ha abierto un campo de nuevas posibilidades, nuevos temas para abordar. Antes, el centro era la política y ahora se retoma, pero también hay nuevas ideas”, dice Tayde.
Para ella, algunos de los ejemplos de innovación aparecieron con la combinación de técnicas como lo hecho por Siqueiros que incluía esculturas dentro de sus grandes murales o José Chávez Morado con la utilización del mosaico vidreado, técnica que incluso ha sido retomada por artistas urbanos en la actualidad.
RESCATANDO CALLES
La primera vez que Tayde vio cómo se pintaba un muro fue en la Merced, acababa de dejar la escuela y no sabía si seguiría el camino del arte, pero al ver al artista hacer trazos con aerosol se convenció.
He tomado cursos y talleres, pero te puedo decir que todo lo que he aprendido lo hice en la calle”, dice.
En la Ciudad de México ha pintado seis muros en zonas como la esquina del Conocimiento en Tlatelolco, en varias colonias de Iztapalapa y sobre Viaducto Tlalpan.
Su trabajo hizo eco y desde hace tres años recibe invitaciones para recuperar espacios con sus murales en el Estado de México, Puebla y Morelos, y está por confirmar proyectos en otros estados.
Su trabajo es rápido, le toma entre tres días y una semana completar un mural, dependiendo del espacio y de la técnica que decida utilizar.
En su experiencia, la recuperación de espacios públicos a través de la pintura es una herramienta fundamental para recomponer el tejido social.
Por eso, entre los objetivos principales que encuentra al tratar de realizar arte en las calles, la apropiación de un espacio por parte de la gente es el que más le reconforta, porque —explica— la gente le toma cariño a una imagen, que se vuelve parte de una comunidad. Además, ayuda a eliminar el prejuicio de que todo lo que viene de la calle es malo.
“Pintar un muro es hacer que la gente te tenga confianza”, considera .
“Se trata de acercar el arte, sacarlo de los museos y ayudar a que la gente se interese y si además con eso cambias la imagen del entorno, das un plus que mejora la relación de la comunidad”, dice.
En cifras:
- 14 años lleva pintando Tayde Subeldia, principalmente en paredes exteriores.
- 6 intervenciones artísticas en murales tiene Tayde en la Ciudad de México.
- 3 estados de la República la han invitado a rescatar espacios públicos con murales.