Su trabajo puede resultar poco encantador, sobre todo si se expone a recibir mordidas de un americal pitbull o un rottweiler. Para este hombre sí tiene su encanto lograr que un perro detecte un paquete de droga.
Sus brazos y piernas están repletos de cicatrices. Carlos Hernández Arriola ya no recuerda cuándo sufrió la primera de sus heridas ni cuántas veces ha sido mordido; aun así, para él cada marca es una especie de diploma, porque de todas ellas aprendió cómo mejorar en su trabajo.
Carlos es el subjefe de la Unidad Canina de la Subsecretaría de Sistema Penitenciario y una de sus principales responsabilidades es entrenar a 32 perros de distintas razas: rottweiler, american pitbull, golden retriever, pastor alemán y pastor belga mallinois.
De lunes a sábado trabaja en la base plata de la Penitenciaría del Distrito Federal, ubicada en Santa Martha Acatitla, en Iztapalapa. Ahí enseña a los perros a obedecer cuando tengan que atacar, que retiren la mordida con una sola instrucción, a estar atentos para evitar la fuga de reos y a detectar cuando alguien trata de introducir droga en un penal.
El 1 de enero de 2011 se creó, en forma oficial, el Grupo Especial Canino de la Unidad Departamental de Control y Sistemas de Seguridad, el cual se integra por 44 canes.
Estos perros fueron comprados por la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal, a través de una licitación pública, a un costo que va desde cinco mil a 80 mil pesos, cada uno.
Por todos ellos se pagó poco más de 2 millones 517 mil pesos, de acuerdo con datos proporcionados por la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal, a través de una solicitud de información.
De acuerdo con entrenadores de canes, como Hugo Beristaín, un perro adiestrado para detectar aromas de cocaína, anfetaminas, papel moneda y otros puede costar alrededor de cinco mil dólares, es decir, alrededor de 77 mil pesos. El costo depende —explica Beristaín— del número de aromas que pueda reconocer.
TODO ES UN JUEGO
Carlos Hernández convivió toda su vida con perros, pero fue hasta los 14 años cuando decidió especializarse en su entrenamiento, sobre todo, lo hizo en forma autodidacta. A los 21 años lo invitaron a dar una demostración de sus habilidades en la Penitenciaría del Distrito Federal; al terminar, le ofrecieron trabajo.
Ahora, con 35 años, Carlos comenta que sigue tomando cursos para actualizarse. Aunque, confiesa, que el secreto de su trabajo es hacer creer a los perros que todo es parte de un juego.
“Están enviciados, pero al juego”, comenta Carlos en tono de broma cuando explica cómo entrena a los perros para detectar drogas. Para ello, señala, le da a oler aromas sintéticos.
Los únicos canes que él entrena para detectar droga o explosivos son los de las razas golden retriever y labrador, ya que su inteligencia y gusto por el juego hace más fácil su aprendizaje.
Hoy Carlos trabaja con un perro labrador. Lo suelta para que el animal vaya en busca del pequeño papel que ya tiene impregnado el aroma de marihuana y que está escondido en una camioneta. En menos de cinco segundos, el labrador rasca en la zona donde está el papel. Como premio recibe su recomensa: un juguete.
“El perro relaciona el aroma con el juguete, encuentra el aroma y le damos su juguete”, explica el entrenador.
El reto es conseguir que el perro logre relacionar olores sintéticos de mariguana, cocaína o hasta de cuerpos humanos en descomposición con su juguete favorito, después se le enseña a marcar con su pata la zona en donde huele el aroma.
Los perros que tienen como trabajo evitar que los reos huyan reciben un entrenamiento de guardia y protección. Utilizando trapos y trajes acolchonados, Carlos les enseña cómo deben morder; cuando lo hacen todo a la primera orden, reciben una caricia o un juguete.
Muma es el perro más viejo de la Unidad Canina. Tiene 14 años y en su currículum está el haber participado “en el control de tres motines”, asegura Carlos.
Este american pitbull ya se retiró. Cuando los perros cumplen ocho años de edad, se jubilan del sistema penitenciario de la ciudad, aunque siguen bajo el resguardo de la unidad canina al formar parte del inventario de la dependencia.
Carlos entrenó a Muma desde que llegó a la unidad canina; recuerda que este can siempre se caracterizó por tener una gran fuerza y por sus potentes mordidas. Las cicatrices de algunas de ellas siguen visibles en sus brazos.
“Aquí tenemos un lema: serás perrero hasta que te muerdan. Una mordida es como nuestra marca de garantía. ¿Ya te mordió el perro? ¡Perfecto! Ya sabes a lo que le tiras”, afirma el único funcionario que sí presume todas sus mordidas.
DATOS
2 a 4 meses puede durar un curso de obediencia básica para un perro.
30 mil pesos cuesta un kit básico de seudo-aromas, utilizado para el entrenamiento de perros.
12 mil dólares puede llegar a costar un perro adiestrado para evitar secuestros.
7 es la cantidad máxima de olores que se le enseña a un perro para evitar que se confunda.
CONSEJOS PERRUNOS
El entrenador Carlos Hernández, recomienda poner especial atención a los movimientos corporales cuando se quiere educar a una mascota. “De lo que aprende, 90 por ciento es por mímica y 10 por ciento es con lenguaje hablado”, explica.
Para adiestrar a un perro en tareas sencillas, como dejar de ladrar, sentarse o evitar que muerda todo lo que encuentra, es necesario que asocie un movimiento o una palabra con una recompensa. Por ejemplo, cuando se le diga “cállate” y deje de ladrar, inmediatamente hay que recompensarlo con una caricia.
ESCUELA PARA PERROS
Carlos sólo descansa los domingos. Pero, incluso ese día lo dedica a los perros. En un terreno baldío del Valle de Chalco, Estado de México, monta lo que cada domingo por la mañana es una escuela de entrenamiento canino de alto rendimiento.
“Aquí, yo soy civil”, dice este hombre que, aunque es funcionario, a él le gusta más que lo identifiquen como instructor de perros.
En su escuela es otro. Ya no lleva el uniforme monocromático de color negro que debe vestir en la Penitenciaría y se le nota más relajado.
La gente que lleva sus perros a esta escuela quiere que sus mascotas aprendan obediencia “básica, media y avanzada”. También hay quien busca un entrenamiento “deportivo” o que sus perros dominen las técnicas de guardia y protección, para que los proteja de algún ataque. Carlos asegura que en estos últimos casos, evalúa si la persona no hará un mal uso del can.