La familia juega un rol determinante al momento de acompañar a un hijo trans durante su proceso de identificación, orientándolos y ayudándolos a tomar las mejores decisiones
A Martha Elena Díaz le llevó un año entender lo que pasaba con su hija. Acostumbrarse a una nueva imagen, dirigirse a ella de otra manera, verla con ropa diferente y caminar por la calle sin prestar importancia a las miradas y cuchicheos.
Su hija había vivido como un chico gay por cuatro años hasta que conoció a una persona trans y supo que su identidad era otra. Tiempo atrás, Martha Elena había captado algunas señales como el uso de maquillaje, la ropa femenina en su cuarto y los espejos tapados; sin embargo, no dio importancia hasta que un día recibió un correo electrónico de quien hasta entonces era su hijo: le explicaba que iba a transicionar.
En ese momento se convirtió en madre de una hija trans de 21 años.
¿Qué significa identificarse como trans?
Para quienes viven bajo “el paraguas” de lo trans, identificarse así significa haber vivido la incongruencia entre biología e identidad y darse cuenta de que el cuerpo no se desarrolla en la forma deseada. Implicó ver que la familia, amigos, la escuela y la sociedad les atribuyeron colores, modos de vestir, de actuar y de vivir que no pertenecen a su realidad. Vivían bajo un rol binario hombre-mujer con el que no se identifican.
Para entender mejor el tema, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) hace una distinción entre “sexo” (lo biológico), “género” (la construcción social) y “orientación sexual” (la capacidad de sentir atracción).
En ese sentido, la “identidad de género” es la forma con la que una persona se identifica y, en términos muy generales, se denomina “transgénero” cuando el sexo biológico es distinto a la identidad; lo “transexual” se refiere a quienes optan por intervenciones médicas y quirúrgicas para adecuar su físico a su identidad y en el “travestismo” hay una modificación temporal de la apariencia a través de ropa y actitudes.
Aunque la diversidad de identidades ha ganado espacio en los últimos años, no hay un dato real sobre cuántas personas trans viven en el país pues ningún censo de población lo pregunta. Aún así, la Secretaría de Salud federal, a través del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el sida, estimó en 2017 que a nivel nacional el porcentaje de mujeres trans (no contempla hombres) podría ser de entre 0.1% y 0.5% de la población total, lo que equivaldría a 112 mil mujeres trans entre 15 y 64 años en todo el país.
Aún así, solo cinco entidades mexicanas reconocen la identidad de género: Michoacán, Colima, Coahuila, Nayarit y la precursora fue la Ciudad de México, cuando en 2008 la Asamblea Legislativa (hoy Congreso) modificó los códigos Civil y de Procedimientos Civiles para reconocer la identidad de género mediante un juicio y en 2015 la lucha de los colectivos trans logró simplificar el proceso a un trámite administrativo.
Acompañar la transición
Actualmente, Martha Elena Díaz coordina el grupo Transfamilias en el que recibe a padres con hijos trans para orientarlos, hacer que conozcan otros casos e inicien un proceso de transición junto a sus hijos.
La meta es ayudarlos a entender que no es una situación que se trate de ellos como padres sino de algo que están viviendo sus hijos y cómo es que apoyarlos puede alejarlos de riesgos como la automedicación en los procesos hormonales, el consumo de drogas, escapar de casa sin tener a dónde ir e incluso los intentos de suicidio.
De acuerdo con el estudio Acompañamiento a familias con hijas e hijos con Identidades Trans: Un acercamiento desde la perspectiva familiar y profesional de la Intervención Social elaborado por Cristina Soler Polo “junto a la transición social que realizan las personas trans, también se puede hablar de transición familiar, del tiempo que la familia necesita para asimilar el cambio de una relación tal y como la entendían. Es fundamental trabajar entendiendo que la familia debe ser una fuente de apoyo, seguridad y estabilidad para sus miembros, y en el caso de hijas e hijos trans, encontrar un espacio en el que puedan vivir plenamente con su identidad sentida”.
En el mismo estudio se detalla que la identidad de género se empieza a construir entre los dos y tres años, periodo en el que los niños comienzan a hablar. Sin embargo, dice, a pesar de que en edades tan tempranas es imposible determinar si serán personas trans en un futuro, es importante respetar los ritmos y necesidades que vayan expresando, sin juzgar apresuradamente, pero sin ignorar un comportamiento mantenido en el tiempo.
La familia transforma
Las familias tienen un efecto eco, asegura Martha Elena, son capaces de cambiar las dinámicas de la calle en la que viven, de la colonia, de las amistades y de los compañeros de trabajo. “Si te platico mi historia es muy difícil que tú me cuentes un chiste homofóbico o que hables mal de los gays cuando estoy ahí. Ese es nuestro poder transformador”, dice.
Por ello, es muy importante que aquellos padres que enfrentan el proceso de identificación de sus hijos acudan a terapia y se acerquen a grupos como Transfamilias en los que puedan platicar con otras personas que pasaron por algo similar para saber cómo salieron adelante y que se vuelvan aliados de sus propios hijos.
“Afuera hay mucha desinformación y discriminación, es muy difícil ser fuerte porque te rechazan y en este camino tienes que estar dispuesto a conocer a nuevas personas y también a perder gente, incluyendo a quienes aprecias; sin embargo, nada se compara con poder salir a la calle sin sentir pena, tomar a mi hija de la mano y acompañarla a donde quiera llegar”, dice.