¿Qué tiene que decir la Morenita del Tepeyac sobre lo mexicano? Descúbrelo en “Virgen de Guadalupe. Arte y Devoción”, la expo que alberga el Museo Franz Mayer hasta el 30 de septiembre
Deja que la virgen te hable
Hace tres siglos, la capital del país fue devastada por una enfermedad que acabó con la vida de casi 40 mil personas en tan solo tres años. La llamaron matlazáhuatl, y rápidamente se convirtió en una de las más mortíferas en la Nueva España, al punto que, de no haber sido por la intervención de la Virgen de Guadalupe, la ciudad hubiera perecido… Al menos así lo relata el libro Escudo de Armas de México, de Cayetano de Cabrera y Quintero.
Dicha relación entre este personaje religioso y la identidad mexicana es el tema de la nueva exposición del Franz Mayer (av. Hidalgo 45, Centro Histórico): “Virgen de Guadalupe. Arte y Devoción”. Conformada por 280 piezas, que incluyen pinturas coloniales, esculturas barrocas y mucho arte popular y cotidiano, la muestra comprueba lo arraigada que se encuentra Lupita en el imaginario nacional.
El mestizaje
Compuesta por siete colecciones institucionales y privadas, entre ellas una de las más emblemáticas y tradicionales del museo, la exhibición invita a reflexionar sobre cuáles son los posibles discursos de identidad mexicana que encierra cada una las piezas. El mestizaje es, quizá, el elemento que más ha permeado en ellos. El historiador Miguel León-Portilla afirma que en la veneración “convergieron, desde el principio, antecedentes indígenas prehispánicos y otros procedentes de España”.
Este punto se aborda en diferentes épocas a través de la muestra, pero la Colección Ruth D. Lechuga hace una de las reflexiones más interesantes. En ella, la virgen es representada a partir de otro tipo de conceptos: “Por ejemplo, se encuentra la idea de la madre, la cual tiene que ver con la diosa Tonantzin. En ella, las comunidades nativas vieron un personaje femenino de carácter divino, una figura afín a sus propias ideologías”, comenta Mayela Flores, coordinadora de la curaduría.
Protectora de todos
Pese a que el éxito de esta imagen religiosa es prácticamente rotundo entre diferentes estratos socioeconómicos, las clases populares, las minorías estigmatizadas y los movimientos sociales han hecho de la Virgen de Guadalupe un sinónimo de protección sagrada. Esto ha conllevado una serie de transformaciones estéticas que encierran diferentes necesidades de identificación, como refleja el trabajo de Federico Gama “12D”, que consta de 12 años de material fotográfico sobre la peregrinación a la Basílica de Guadalupe el día 12 de diciembre.
Tatuajes, medallas, playeras y graffitis, entre otras expresiones visuales y materiales, se convierten en extensiones de quienes protagonizan sus retratos. La serie de Gama expone todo el abanico de posibilidades de quienes realizan esta procesión año con año: comunidades indígenas, cholos, inmigrantes y personas que heredaron de sus padres o abuelos la tradición, además de mostrar cómo manifiestan su devoción al apropiarse del símbolo.
Algo similar sucede con “Virgencita plis”, producto de la marca Distroller. En ella, Amparo Serrano conjuga su propia interpretación de los tradicionales exvotos con una perspectiva juvenil que tiene su propio lenguaje guadalupano. “Justo, la idea de esta exposición es mostrar que la Virgen de Guadalupe está en constante reinvención por quienes se acercan a ella, y no solo en un sentido religioso”, detalla Flores.
Una historia sobre la CDMX
Poco después de la epidemia de matlazáhuatl, el 12 de diciembre de 1754, la Virgen de Guadalupe fue jurada patrona de la Nueva España por el cabildo de la Ciudad de México. Si la historia detrás de la virgen es una de identidad, la CDMX lo demuestra de manera aún más notable. Prueba de ello son los escritos coloniales que la registraban, literalmente, como la “Virgen de Guadalupe de México”, lo cual, en su momento, se refería exclusivamente a la ciudad. “Esta narrativa es parte fundamental de la mitología que destaca a la ciudad como este centro elegido con un privilegio divino”, explica Flores.
El relato de la ciudad se hace aún más evidente al llegar a la colección del Museo del Objeto del Objeto (MODO), del editor y fotógrafo Bruno Newman: series de estampas religiosas que uno encuentra afuera de las iglesias, publicidad cincuentera de una marca de refrescos, comercios que hacen referencia a “Lupita”, alhajeros con su imagen tallada y regalos promocionales de una empresa farmaceútica; el paisaje citadino está lleno de referencias guadalupanas. Así, el relato se convierte en pintura; posteriormente en reliquias y exvotos; de ahí, su imagen es exportada a pastilleros, camisetas y cuadernos, y la virgen termina saliendo de la iglesia directo a la panadería “La Guadalupana”. La creencia se vuelve parte del paisaje de la ciudad.
“Es una pertenencia que no surge de un desarrollo personal, sino desde los distintos servicios y lugares cotidianos que enfatizan su imagen en el día a día, de forma que, al salir a la calle, uno se encontrará con ella, en algún momento”, finaliza Mayela.