La capital tiene cinco espacios públicos en los que personas con discapacidad pueden consultar libros y acercarse a la cultura.
ARTE: CÉSAR ESPINOSA
De primera impresión, las salas de estas bibliotecas se parecen a las de cualquier otra: en ellas hay estantes y otros muebles con libros ordenados, catálogos, mesas y usuarios que procuran guardar silencio. Sin embargo, al prestar más atención, lo que las distingue de otros espacios empieza a saltar a la luz.
Aquí las obras no sólo están impresas en tinta; también hay otras en lenguaje braille y algunas más con ilustraciones en lengua de señas mexicana. Además, hay numerosos audiolibros, rampas, guías táctiles y otras adaptaciones colocadas con el objetivo de facilitar la movilidad de las personas que tienen alguna discapacidad visual, auditiva o motriz.
Tal es el panorama en las salas especiales de las cinco bibliotecas incluyentes que existen en la ciudad: 1) México José Vasconcelos en Balderas, 2) José Vasconcelos en Buenavista, 3) Batallón de San Patricio en la delegación Álvaro Obregón, 4) Manuel Gutiérrez Nájera en Miguel Hidalgo y 5) Narciso Bassols en Gustavo A. Madero.
Estos espacios —todos de carácter público— fueron ajustados para que no sólo puedan atender a un usuario promedio, sino también a las cerca de 500 mil personas que tienen alguna discapacidad en la CDMX.
De ese total, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 60% tiene problemas para moverse, 25% para ver, 12% para escuchar y 7% para comunicarse, entre otros.
Según constatamos en recorridos, estas salas tienen acervos e instalaciones en buen estado. Sin embargo, la cantidad de personas que las visitan está por debajo de las expectativas de las autoridades.
De las cinco bibliotecas incluyentes, dos tienen la mayor afluencia de visitantes: la de Balderas y la de Buenavista. Encargados de la primera refieren que reciben hasta 40 usuarios al día, mientras que a la segunda llegan entre 20 y 30. En cambio, las tres restantes con frecuencia registran menos de 10 visitas diarias.
“Aquí prestamos el servicio con todo gusto a las personas con discapacidad, pero la gente sólo viene cuando hay talleres o eventos. Quizá falte difusión, pero es importante que sepan que sí hay espacio para que todos disfruten de tener un libro en las manos”, comenta un trabajador.
“Prestamos nuestros ojos”
La red de bibliotecas del país está conformada por 3,388 recintos, de acuerdo con las estadísticas más recientes de la Secretaría de Cultura del gobierno federal. De ellas, solamente 102 están catalogadas como incluyentes.
En este campo, la Ciudad de México está arriba del promedio de espacios por entidad —tres—, aunque especialistas advierten que la capital todavía tiene grandes pendientes para ampliar el acceso a la cultura para las personas con discapacidad.
Incluso, consideran que ese es un factor que influye para que quienes integran este sector tengan un bajo nivel educativo.
En tanto, los trabajadores que atienden las bibliotecas públicas capitalinas dicen ser conscientes del camino que falta por recorrer, pero afirman que se han registrado avances y ellos tratan de prestar atención “personalizada” a estos usuarios.
“Yo digo que es como prestar nuestros ojos, aunque ya los tengamos medio malitos”, dice Dolores Sánchez mientras señala sus lentes.
Ella trabaja en uno de los tres turnos de la Biblioteca México en Balderas, uno de los primeros recintos de América Latina que adaptó espacios con un enfoque incluyente. Ahí, la sala tiene dos pisos con líneas guía, 12 cuartos audiovisuales que bloquean el ruido y un área con juegos para niños.
Su acervo consta de 300 títulos distribuidos en 1,200 volúmenes y, al igual que la José Vasconcelos en Buenavista, cuenta con computadoras, escáneres parlantes y amplificadores de imagen.
Discusiones a señas
En las salas de las cinco bibliotecas incluyentes está permitido hablar en voz alta. De acuerdo con los trabajadores consultados, esto se debe a que necesitan comunicarse constantemente entre sí y con los usuarios que atienden.
Un bibliotecario puede leer, dictar, platicar películas, grabar audiolibros, ayudar a redactar cartas, revisar correos electrónicos e incluso apoyar en la realización de tareas, puesto que entre los asistentes hay estudiantes de nivel básico y universitario, maestros y otros profesionistas.
En la José Vasconcelos de Balderas, un servicio que ha empezado a cobrar popularidad es la atención a personas con discapacidad auditiva.
Dentro este recinto, cada día se reúnen alrededor de 10 personas que, apoyadas por los trabajadores del lugar, sostienen discusiones, revisan libros ilustrados o ven videos especializados.
Esta sala de lectura para lengua de señas mexicana es el primer espacio en su tipo en la ciudad. Aquí no solamente acuden ciudadanos que tienen discapacidad auditiva, sino también familiares y amigos interesados en conocer cómo es el día a día de quienes no pueden comunicarse fácilmente como los demás.
En cifras
- 102 bibliotecas incluyentes existen en el país, según la Secretaría de Cultura federal.
- 5 espacios así hay en la CDMX, dos en la zona centro y tres en diferentes delegaciones.
- 500 mil habitantes de la capital tienen algún tipo de discapacidad, según datos del Inegi.