En el Día Mundial del Síndrome de Down, Arturo Kemchs revela que el talento de los que tienen esta condición abre oportunidades en la CDMX.
FOTO: LULÚ URDAPILLETA
Un buen día, Arturo Kemchs invitó a un par de jóvenes con síndrome de Down a dibujar en la sala de su casa. Ellos llamaron a otros y luego a unos más y hoy sostienen una escuela con más de 100 alumnos.
Con 40 años de carrera como caricaturista, el monero Kemchs ha escrito 50 libros, ha trabajado en casi todos los diarios nacionales y ha probado todas las técnicas de dibujo, sin embargo, la docencia con estos niños le ha permitido emprender un nuevo rumbo profesional.
“Había dado clases en el Museo del Chopo, pero nunca con estos jóvenes. Creo que este contacto me ayudó a descubrir una parte profesional que no conocía y que me inspiró para dar un giro. Fue algo que encontré al final de mi carrera y seguro nunca dejaré de hacerlo”, dice.
Arturo insiste en que la Fundación Arte Down México —como se llama la escuela— se creó sin esperarlo. Él tiene una hija con esta condición, y aunque considera que pudo ser una influencia para conocer a más personas, el proyecto creció poco a poco.
“A uno de los jovencitos que invité a mi casa ya lo conocía y a otro me lo encontraba en el mercado. Mi idea era echarles la mano. No teníamos horario ni días establecidos, pero con el tiempo empezó a llegar gente sin avisar. Todos tenían alrededor de 18 años y entonces me di cuenta de que eran chavos que estaban encerrados en sus casas sin más expectativas ni oportunidades”, recuerda Kemchs.
Este descubrimiento se hizo más grande al ver que al oriente de la Ciudad de México no existían alternativas para los jóvenes con discapacidad, pues la educación que brinda el gobierno termina cuando ellos cumplen la mayoría de edad y las escuelas especializadas que existen tienen colegiaturas de hasta 10 mil pesos al mes.
Entonces, en 2009, Kemchs organizó un curso de verano en su casa, en Iztapalapa, donde los ejes principales de estudio eran el dibujo, la pintura y la acuarela, y al ver que la convocatoria tuvo éxito, en 2010 creó la Fundación Arte Down México para formalizar la educación de los chicos.
Los primeros objetivos de la escuela fueron sacar a los jóvenes de sus casas, integrarlos e idear un plan para que los avances que ya tenían en su desarrollo no se fueran para atrás. Con todo eso en marcha, el equipo aumentó a la misma velocidad con la que nuevos alumnos se sumaban.
“Había gente que me decía: ‘Oiga, si me recibe a mi hijo yo doy clases de cocina’. Otra persona ofreció enseñar educación física. Así empezamos a crecer al grado de que mi casa, que fue donde comenzó todo, se convirtió en escuela, y yo me tuve que mudar”, cuenta.
Arte para la vida
“La pintura de los jóvenes con Down rompe la simetría, tiene trazos más libres y colores llamativos. Esto se debe a que perciben una realidad distinta, no están contaminados con estereotipos y tienen una creatividad natural”, explica Arturo.
“Aunque han hecho cosas hermosas, no hemos podido vender pinturas porque no las hacen en lienzos sino en cartón. Un lienzo vale mil pesos y no podemos invertir en este material. Como cualquier proyecto de la sociedad civil, nuestro problema es el dinero. Ahorita yo sostengo la escuela, pero estamos buscando apoyo para que, si un día yo no estoy, pueda continuar”, dice.
21 de marzo, un día clave
Aunque para el monero, la pintura y el dibujo difícilmente podrían convertirse en un trabajo formal para sus alumnos por el costo de los materiales, sus obras han sido expuestas los 21 de marzo de los tres últimos años, pues en esta fecha se conmemora el Día Mundial del Síndrome de Down porque su desorden genético consiste en que el cromosoma 21 lo tienen triplicado.
A pesar del éxito y de que, a partir de su arte, autoridades y sociedad han volteado a ver a los chicos, Arturo asegura que el verdadero valor de la escuela está en la integración de quienes viven con Down.
“Prepararlos significa que pueden convivir mejor con quienes los rodean y al mismo tiempo volverse independientes. Nuestra meta es que puedan ser autosuficientes, porque el principal miedo de los padres es que si en algún momento ellos no están y nadie puede o quiere asumir la responsabilidad de su cuidado, entonces ¿qué va a pasar con sus hijos? Aquí tratamos de que sean los propios jóvenes los que se integren a la sociedad”, explica.
El desarrollo de los jóvenes ha sido tan importante que algunos ya trabajan principalmente en las ventas, y aunque esto le genera sentimientos encontrados porque sus chavos dejan de asistir a clases, lo ve como si fueran sus hijos, a los que les enseña y después les permite formar su propia vida de manera independiente.
A siete años de distancia, Arturo Kemchs tiene más de 100 alumnos a los que imparte 14 materias, la mayoría de arte pero también de actividad física, artes marciales, cocina, lenguaje y estimulación temprana.
Además de los profesores que se integraron al proyecto, también hay chicos Down que dan clases: hay una maestra de lenguaje y un profesor de taekwondo. “Ellos dicen que siempre quisieron ser maestros y eso también les abre una oportunidad en esta escuela”, afirma.
En cifras:
- 2016 es el año en que se aprobó la Ley para la Atención Integral de las Personas con SD en la CDMX.
- 1 de cada 700 niños mexicanos nace con síndrome de Down, de acuerdo con el INEGI.
- 30 mil personas con síndrome de Down se estima que viven en la Ciudad de México.