Una breve sacudida en Tlalpan, días después del terremoto de 8.2 grados del jueves 7 de septiembre pasado, sorprendió a los vecinos del sur. Este año van siete sismos cuyo epicentro ha estado debajo de nuestros pies.
Por Diana Delgado
El trueno vino por debajo de la tierra. El sábado 9 de septiembre, cinco minutos antes de las 10 de la noche, una sacudida alertó a los vecinos del Pedregal. Parecía inaudito, pero la delegación Tlalpan se había convertido en epicentro de un sismo de 2.6 grados.
“Se escuchó como si algo fuera a explotar y luego una sacudida muy fuerte que se sintió por debajo de los pies. El jalón solo duró unos segundos, pero no supimos qué hacer, veníamos con el miedo del temblor del jueves y luego esto. Fue desconcertante”, dice Claudia Rocha, vecina de la colonia Lomas de Padierna en Tlalpan.
Como ese, cada año se presentan entre 20 y 25 sismos intraplacas o con epicentro en la Ciudad de México. Algunos son imperceptibles, mientras que otros apenas cimbran un par de colonias cercanas al punto de origen. Los que alcanzan a ser registrados por el Servicio Sismológico Nacional oscilan entre los 2 y los 4.5 grados en la escala Richter; de estos, entre 1998 y 2017 se han presentado 96.
“Los sismos locales sí son comunes, pero no son frecuentes —comenta Luis Quintanar, investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM—. Su origen está en las fallas geológicas. El Valle de México, y en particular la ciudad, está atravesado por fallas y algunas, al estar activas, pueden producir movimientos sísmicos de poca intensidad”.
Las zonas donde se concentran los movimientos telúricos están al suroriente y poniente de la CDMX. Esto se debe a que la Cuenca de México está ubicada en la parte central de uno de los más importantes rasgos fisiográficos del país: la Faja Volcánica Trans-Mexicana (FVTM), la cual abarca desde el Golfo de México hasta el océano Pacífico, y está rodeada por montañas y volcanes como el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, el Ajusco y el Nevado de Toluca.
Las delegaciones que más lo resienten son Iztapalapa, Iztacalco, Milpa Alta, Xochimilco, Tláhuac, Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón. Sin embargo, el origen del sismo del 9 de septiembre estuvo al sur, en los alrededores de la sierra del Ajusco.
Según datos del Servicio Geológico Mexicano, la CDMX está catalogada como zona sísmica B: un espacio intermedio con movimientos poco frecuentes, pero que, por las condiciones de suelo lacustre, se ve afectada por aceleraciones provenientes de la zona A, representada por Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Sismos chilangos
El temblor con epicentro en Tlalpan no fue el primero en prender los focos de la CDMX. El 15 de junio de 2013, 2.9 grados hicieron vibrar el subsuelo de la delegación Álvaro Obregón, y un día después, la misma magnitud sacudió Iztapalapa. Para agosto de 2014, otros dos sismos de 3 y 2.8 grados fueron reportados en Álvaro Obregón.
Este tipo de movimientos locales, según los especialistas, son percibidos por la superficialidad con la que se originan. Las vibraciones pueden alcanzar entre uno y dos kilómetros a la redonda, lo cual hace que solo se sientan en un par de colonias.
“La Cuenca de México es lacustre, por eso los sismos se sienten más de manera oscilatoria. Pero cuando el epicentro es interno, cuando el rompimiento está bajo nuestros pies y las ondas generadas son primarias, lo que se siente es un jalón. Por eso, quienes vivieron el temblor en Tlalpan lo reportan como un golpe seco y corto”, dice Sergio Almazán, especialista en riesgos geológicos del Instituto Politécnico Nacional.
Para los temblores locales no hay alerta sísmica. El sistema de alertamiento temprano de la CDMX inició en 1990 y desde entonces solo se miden los movimientos con epicentro en el Pacífico por ser la zona donde se origina más del 80% de ellos.
“Un sistema local es poco útil ya que, cuando la alerta suene, el sismo ya se estará sintiendo. Lo mejor es ser conscientes de nuestro entorno, saber que en el Valle de México puede haber movimientos por las condiciones del terreno”, señala Almazán.
No hay daños menores
Para Luis Quintanar, investigador del Sismológico Nacional, aunque los sismos sean muy pequeños siempre pueden causar daños, sobre todo en zonas con asentamientos irregulares.
A la par, Sergio Almazán explica que la desertificación de los mantos freáticos y los movimientos locales han provocado reacomodos en el subsuelo, desencadenando las oquedades y socavones que han aparecido en la capital durante los últimos años.
Entre las recomendaciones que hacen los especialistas están revisar constantemente los hogares, negocios, oficinas o cualquier inmueble ocupado; documentar grietas y fisuras; y, en caso de comprar una vivienda, indagar las condiciones de la zona y estar pendiente de inclinaciones, inundaciones y fallas en el sistema de drenaje.
“No se trata de generar alarmas ni de preocupar a la gente, sino de enfocarnos en construir bien, de estar al pendiente de donde vivimos y de tener consciencia que estamos en una zona sísmica que antes era un lago. Entender todo esto nos va a permitir tomar mejores decisiones y estar prevenidos para cualquier hecho de la naturaleza”, dice Quintanar Robles.
En cifras
- 7 sismos con epicentro en la Ciudad de México han sido registrados durante el 2017.
- 1990 fue el año en que se creó el Sistema de Alertamiento Temprano de la CDMX.
- 15 placas tectónicas confroman el subsuelo terrestre, 5 de ellas confluyen en México.