La Conagua estima que en enero y febrero lloverá entre 15% y 25% más de lo habitual, lo que afectará la zona sur de la capital.
Históricamente, las lluvias en la capital se concentran en el verano y su frecuencia disminuye en el invierno, cuando sólo se registran aguaceros ocasionales. Sin embargo, según advierten las autoridades, este año será distinto pues se espera que durante la temporada invernal llueva entre 15% y 25% más de lo habitual.
El motivo es el fenómeno de El Niño, que afecta la temperatura del océano Pacífico, ocurre cada cuatro o siete años y, para 2016, tendrá más fuerza que en otras ocasiones.
“Este es un ‘Niño intenso’. Lo que tenemos ahorita […] es un evento que no es tan normal en esta temporada. No todos los años tenemos un fenómeno de El Niño como éste”, dice Martín Ibarra, encargado de la información de pronóstico a mediano y largo plazo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), dependiente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Las condiciones para que llueva más, explica, se deben a una combinación de frentes fríos y mayor humedad, a su vez generada por el aumento de la temperatura en el Pacífico provocado por El Niño.
“Se juntan esas dos masas de aire y lo que provoca es un enfriamiento del aire cálido y, si tiene humedad, puede generar potencial de lluvia. Digamos que este es el ingrediente adicional que puede darnos precipitaciones arriba de lo normal”, dice.
El pronóstico del SMN apunta a que el aumento de lluvias en los meses de enero y febrero afecte principalmente al sur de la Ciudad de México, mientras que el norte y el centro de la capital se mantengan dentro de parámetros normales.
La capital, con el impermeable listo
Alejandro Martínez, director ejecutivo del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), dice no estar sorprendido con este pronóstico de lluvias para invierno.
“No son lluvias tan atípicas. Si revisamos las estadísticas, cada año llueve en enero y febrero y es producto de los frentes fríos”, señala Martínez, y agrega que, en todo caso, los funcionarios a su cargo están preparándose para encarar las precipitaciones que vienen.
Junto a su oficina se encuentra el centro de mando desde donde se atienden las emergencias relacionadas con inundaciones en la capital. Es un espacio con varios monitores en la pared y mesas que sirven para recibir los reportes derivados de las lluvias. Ahí, funcionarios revisan los radares meteorológicos, monitorean las cámaras de videovigilancia, atienden llamadas de ciudadanos y los avisos o las alertas que dan otras dependencias.
De noviembre a mayo —durante la época de estiaje— es un lugar tranquilo y con poco personal. Pero, durante el verano, se convierte en un mar de personas en busca de contingencias que atender.
Martínez explica que desde ahí también se coordina el programa de mantenimiento a la red de drenaje, compuesta por 12 mil kilómetros de tuberías. “No podríamos darle mantenimiento a la red en todo el año. Entonces, hacemos un programa para hacer 50% en uno y 50% el que sigue”, explica.
De junio a octubre, el mantenimiento se reduce, ya que la mayoría del personal se concentra en los operativos por lluvias.
“En la tarde, que normalmente llueve, metemos a toda la gente de guardia. Durante los cinco meses que más llueve, hasta que deja de llover. Entonces, el horario que ocupamos para dar mantenimiento es el primer turno, siempre y cuando no llueva”, dice Martínez.
Cuando el agua se desborda
A lo largo del año, unos 800 elementos del Sacmex trabajan para retirar el material que bloquea las alcantarillas de la ciudad y provoca encharcamientos e inundaciones. Pese a ello, sin embargo, la cantidad de lluvia a veces rebasa la infraestructura de la ciudad.
“Es como si tienes un vaso de agua lleno y le vacías otro, pues se derrama. Pasa lo mismo: tienes unos tubos y, si la lluvia es fuera de la capacidad, pues el agua se va a mantener ahí y se va a vaciar poco a poco”, dice Martínez.
En 2015, por ejemplo, hubo lluvias que inundaron tramos del Periférico y obligaron a que automovilistas fueran rescatados de sus vehículos en lanchas de la policía.
Al respecto, los funcionarios señalan que la intensidad de una contingencia no sólo depende del clima pronosticado, sino también de factores no siempre predecibles. “Hay fenómenos hidrometeorológicos de corta duración, ventanitas de tiempo, que el pronóstico climatológico a veces no percibe porque son muy pequeños y muy rápidos. A esos les llamamos extremos”, dice Ibarra.
En el arranque de 2016, las autoridades reconocen el reto de prepararse mejor para afrontar esas situaciones extremas, que organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estiman serán más frecuentes debido al cambio climático.
Para limpiar las calles
El Sacmex tiene métodos para evitar alcantarillas tapadas, charcos e inundaciones:
- Camiones hidroneumáticos. También llamados camiones Vactor, se utilizan para succionar el azolve que se acumula en las alcantarillas. Estos vehículos se ocupan en vías primarias y sólo en horarios nocturnos.
- Malacates. Es una técnica en la que una máquina operada por dos personas baja cubetas por las alcantarillas para recolectar arena y basura acumuladas. Lo recolectado se vacía en carretillas para sacarlo del lugar.
- Cuadrillas. Una cuadrilla de ocho personas se encarga de quitar el azolve con palas y carretillas, principalmente en vías secundarias y calles.
- Bombas. En los pasos a desnivel en avenidas principales, es necesario que el agua se extraiga con bombas eléctricas que son puestas en marcha cada que comienza a llover.
Cómo se miden las lluvias
El pronóstico de las lluvias se realiza a través de estadísticas que el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), dependiente de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), ha recabado y comparado durante 30 años, en específico, en el periodo 1981-2010. Estos datos sirven a los especialistas para elaborar estimaciones sobre cuánto llueve normalmente cada mes en las diferentes regiones del país. Con base en esto, se determina cuál es el nivel de precipitaciones considerado normal para un año.