Una manera de conocer la CDMX es a través de las personas que atienden sus emergencias, Magdalena y José nos cuentan sus experiencias.
FOTOS: LULÚ URDAPILLETA
Toto y Santiesteban están sentados en la calle Madero, en el Centro, mientras recuerdan a un joven que trabajaba como ayudante en una unidad del transporte público, quien cayó y las llantas del camión le pasaron encima.
Para tranquilizarse intentan utilizar lo que llaman ‘psicología de barrio’, la misma que les dice que no deben sentir dolor ni emociones ni pasiones, al menos hasta que terminan su turno como paramédicos y cada quien toma su rumbo.
Sin embargo, la técnica les falla y terminan secándose las lágrimas que les afloran por ese accidente que les dejó huella.
Magdalena Delgado Toto y José Antonio Santiesteban son paramédicos. Ella es química de profesión y responsable de la unidad que él conduce. Juntos son el equipo de la ambulancia 067 del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM) de la Secretaría de Seguridad Pública local.
Ambos recuerdan que al revisar al joven que cayó del camión, respiraba con dificultad y su condición empeoraba rápidamente. El muchacho alcanzó a pedirles que le prometieran que no iba a morir.
Ya en el hospital Xoco, al sur de la ciudad, el médico no le dio esperanza, sus órganos estaban aplastados y retraídos, moriría irremediablemente.
“Imagínate, le prometimos que iba a vivir, nosotros fuimos los últimos en estar con él, vimos la última vez que cerró sus ojos”, dice Toto con la voz entrecortada.
“Aquí si no tienes temple de acero, no durarías ni tres meses, tienes que bloquear todo lo de afuera y concentrarte en el paciente, no puedes pensar en tu familia, en tus emociones, en tus problemas porque fallarías. Al trabajar andamos al cien porque estamos salvando vidas”, sostiene Toto.
En el equipo de la ambulancia 067 suelen llamarse por uno de sus apellidos, una vieja costumbre que adquirieron en la policía, donde ambos comenzaron.
“Fui policía auxiliar, pero me daba curiosidad la ambulancia, me preparé dos años, principalmente en la conducción del vehículo, y ya después se dio la oportunidad. Puedo decirte que llevo 24 años y todo me ha salido bien”, dice Santiesteban.
Totó encontró su llamado hace cinco años, cuando su padre falleció en sus brazos a causa del cáncer. Desde entonces pensó que toda la gente debería conocer sobre primeros auxilios, para ganarle minutos a la muerte. Por ello, decidió unirse a los servicios de emergencia.
Un trabajo riesgoso
Su trabajo les ha dejado miles de historias, pues al día atienden entre cinco y 20 emergencias, ya que están preparados para distintas situaciones, desde atender enfermos y hasta rescates en inundaciones y a grandes alturas.
Sin embargo, la preparación no los exime de riesgos como contagios y accidentes —que son los más comunes—, pues para atender una emergencia a veces tienen que rebasar los 100 km/h y hasta circular en sentido contrario.
Conducir así les permite, por ejemplo, llegar del Centro a La Villa en siete minutos, pero los vuelve vulnerables a choques y volcaduras, muchas veces sin que sea su culpa.
“Prendes la sirena y lo primero que piensan (los demás conductores) es ‘ya van a empezar…, seguro van a los tacos’, si nos atravesamos, nos mientan la madre y no te dan el paso. Un segundo de duda y se pueden perder varias vidas: la del paciente, el acompañante, la del paramédico, la mía y la de los que están afuera. Es mucha presión llevar un vehículo de emergencia en una ciudad sin cultura vial como esta”, asegura Santiesteban.
Además de los riesgos evidentes, también se enfrentan a otros como ser baleados por llegar tarde a un servicio.
“Fue en la colonia Morelos, el ambiente estaba caliente y cuando llegamos nos golpearon, patearon el material y nos tiraron balazos. Cuando revisamos, las balas estaban incrustadas en la ambulancia y nos reventaron una llanta”, dice Toto.
Pacientes inconvenientes
Uno de los factores que más problemas trae a su trabajo son las falsas emergencias, cuando una persona pide una ambulancia para cosas no urgentes como que les tomen la presión o, peor aún, les llaman para pedir un aventón cuando la gente tiene cita médica y no puede pagar un taxi.
“Eso también es cultural—dice Santiesteban—, la gente no distingue lo que en realidad son las emergencias, quieren que les resuelvas sus necesidades aun si hay otras vidas en peligro”.
Antes, el retraso más común era por llamadas falsas, pero esto disminuyó desde que al pedir una ambulancia, primero llega una patrulla para confirmar que haya una verdadera emergencia.
“Este trabajo tiene muchos riesgos, no creo que cualquiera esté dispuesto a asumirlos, pero quienes aquí estamos, trabajamos con el corazón, conocemos a la gente en el peor momento de sus vidas y en ese rato que estamos juntos, nos entregamos y los queremos, demostramos amor para ganar su confianza, para que nos cuenten todo, porque en ese todo puede estar la respuesta que salve su vida”, dice Toto.
En cifras:
- 33 unidades de Emergencia tiene el ERUM en la Ciudad.
- 39 traslados a hospitales realiza el ERUM al día en promedio.
- 9 servicios diferentes presta este cuerpo de la policía.