Ante lo que consideran omisiones por parte de las autoridades, colonos se organizan para resolver problemas en sus comunidades.
Para un grupo de vecinos de la colonia Roma, la frase “La unión hace la fuerza” cobró sentido el año pasado. En una ciudad donde la organización comunitaria es la excepción y no la regla, según encuestas, ellos se coordinaron para rescatar la zona conocida como La Romita y vieron los resultados de su trabajo.
En calles donde era común toparse con cerros de basura y población callejera, estos colonos de la Cuauhtémoc decidieron intervenir ante lo que consideraron inacción de la autoridad. Armaron brigadas de limpieza y restauraron el lugar —formado por el Jardín Pushkin y la capilla de Santa María de la Natividad de Aztacalco—, donde ahora se realizan conciertos.
Bernardo Rivera, coordinador del proyecto Romita Mi Amor, asegura que fue posible hacer comunidad en la zona porque se planteó a los vecinos un objetivo común: preservar espacios calificados de históricos y de los que todos podrían disfrutar.
Otro ejemplo reciente de acción ciudadana ocurrió en Milpa Alta. Ahí, habitantes de las colonias El Mirador, La Joyita, La Mesa y Paraíso Santa Catarina decidieron unir el dinero de sus presupuestos participativos para equipar al Centro de Salud de Santa Catarina Yecahuizotl con un laboratorio clínico.
Hace cuatro años, otro caso que atrajo la atención pública fue el rescate de la Barranca de Barrilaco, que se encontraba en malas condiciones a pesar de contar con declaratoria de área de valor ambiental para la ciudad.
En ese lugar, vecinos de la colonia Lomas de Chapultepec, en la Miguel Hidalgo, invirtieron tiempo y esfuerzo en labores de rehabilitación, cuenta Marcela Álvarez, una de las fundadoras de la iniciativa. Comenzaron organizando brigadas de limpieza los fines de semana y después —ya con apoyo de recursos federales, locales y delegacionales— lograron que se instalaran luminarias, bancas y vegetación.
“Es un gran logro la transformación de la zona. Ahora presentamos el reto de mantener y mejorar el espacio. Estamos teniendo acercamiento con vecinos de otras colonias que también buscan sanear las barrancas que tienen cerca, por ejemplo, la de Tecamachalco”, dice.
Gerson Hernández, académico de la UNAM, explica que la organización vecinal en la capital cobró fuerza desde el sismo de 1985. Sin embargo, ha evolucionado y ahora también se vale de instrumentos accesibles, como las redes sociales, para emitir convocatorias a movilizaciones o para documentar posibles irregularidades.
“En la capital de las marchas, existe una organización importante y, básicamente, desde el 85 se generó un activismo por la falta de atención [de las autoridades] y para exigir solución a diferentes problemas. Hoy es la suma de todo ese contexto”, dice.
Vías de participación
Otra variante de la organización vecinal se ha visto cuando los colonos se unen para frenar proyectos gubernamentales o privados que creen negativos para sus entornos.
En las colonias San Pedro de los Pinos y La Conchita, en Benito Juárez y Coyoacán, respectivamente, vecinos se unieron para protestar contra la instalación de parquímetros y, a la fecha, han logrado detenerla. Y este año también hubo oposición a las rutas sobre las que se buscaba construir el Tren Interurbano, en Álvaro Obregón, y a la construcción del Corredor Cultural Chapultepec, en la Cuauhtémoc.
Carlos Ángel González, consejero del Instituto Electoral del DF (IEDF), donde preside la Comisión de Participación Ciudadana, dice al respecto que las protestas o las movilizaciones no son la única vía que tienen los capitalinos para alzar la voz e incidir en las decisiones públicas.
Por el contrario, añade, ahora cuentan con herramientas legales para hacerlo con más frecuencia, como ocurrió con el Corredor Chapultepec, sometido a consulta, rechazado por la mayoría de los participantes y, por ello, cancelado por el GDF.
“Ahora tenemos que pasar de esta expresión en las calles y contestataria a una participación ciudadana que transcurre por los cauces institucionales, y que ya no sólo se opone a algo sino que plantea alternativas”, dice.
Las leyes de la ciudad contemplan 11 instrumentos de participación ciudadana, entre los que destacan el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular, las contralorías ciudadanas y la consulta ciudadana.
Néstor Vargas, exconsejero del IEDF, coincide con González en que los ciudadanos deben emplearlos más. Sin embargo, advierte que para ello no basta con difundir que existen, sino que se necesita capacitar a la gente para entender su funcionamiento y alcances, al tiempo que las autoridades deben comprometerse a que los resultados de estos ejercicios sean vinculantes, es decir, que tengan un peso legal.
Decide en qué se debe gastar
En el DF, los ciudadanos pueden decidir directamente a qué se debe destinar parte del dinero público:
- Este esquema se conoce como presupuesto participativo, que equivale a 3% de lo que reciben las delegaciones capitalinas. Para acceder a él, los comités vecinales registran proyectos de mejora para sus colonias.
- Los proyectos que son elegidos con mayor frecuencia por los propios vecinos son los que corresponden a estos rubros: obras, servicios, equipamiento, infraestructura urbana, prevención del delito y actividades recreativas y culturales.
- En los próximos días, el IEDF dará a conocer una aplicación que permitirá conocer el avance de aplicación del presupuesto participativo. Esta herramienta busca acercar más a la gente con este esquema.
- Además, el IEDF busca crear un consejo técnico asesor que evalúe las propuestas de los ciudadanos y los ayude a generar nuevas, así como a darles seguimiento y verificación.
Dinero para proyectos ciudadanos
La Ciudad de México se ubica en el segundo lugar en materia de presupuesto participativo a nivel mundial, según un estudio del IEDF. La capital tiene el equivalente a 50 millones de dólares —unos 850 millones de pesos— para atender las demandas de alrededor de nueve millones de habitantes. El primer lugar lo ocupa Seúl, Corea del Sur, donde el mismo monto se distribuye entre 10 millones de personas. En 2015, la bolsa exacta del presupuesto participativo en el DF fue de 823.9 millones de pesos.