Los vinos blancos vuelven a estar en todos lados gracias a los wine bars, a los cocteles y a la temporada de calor. Es momento de tomar tu copa para probarlo
Por Cristina Salmerón*
Para quienes nacimos y vivimos en México, hablar de vinos nos lleva de inmediato a una imagen de sofisticación y elitismo. Muy probablemente venga a la mente un “oh là là, señor francés” y nuestros sentidos se transporten a una cena elegante donde hay quesos y embutidos.
No es nuestra culpa, la mayoría aquí no crecimos viendo una jarra de vino (aunque sea barato) en la mesa durante cualquier comida, sino en brindis, cenas especiales, Navidad o Año Nuevo. Pero hoy, los vinos son incluso más accesibles en precio y variedad que destilados tan mexicanos como el mezcal o el tequila. Y si hablamos de vinos blancos, suelen ser aún más accesibles que los tintos.
Hay vinos mexicanos tan buenos como algunos europeos o sudamericanos, y se hacen maridajes de vinos blancos, tintos, rosados, anaranjados y naturales con comida mexicana como los tacos o las tostadas.
Al final, más que seguir las “reglas”, lo importante para hacer un buen maridaje es que el vino acompañe bien, resalte los sabores de la comida y viceversa, que exista una armonía entre los sabores y olores, explicó Leomar Muñoz, sommelier representante de la Denominación de Origen Rueda, que se especializa en vinos de uva verdejo (un tipo de uva blanca) en España.
Blancas que no son blancas
Les llaman uvas blancas, pero la coloración de su piel varía del verde pálido hasta el amarillo dorado. Y las notas que desprende esta fruta nos recuerdan a otras: manzanas, peras y cítricos, así como flores y hierbas.
Sus variedades aparecen en etiquetas de botellas y se les reconoce más por el vino que logran crear. Están las uvas verdejo, las albariño, chardonnay, sauvignon blanc, todas con una mezcla de acidez y dulzura que resultan ser refrescantes en primavera o verano.
Los sabores que adquiere una uva dependen mucho del clima, de la orografía, de la tierra donde se cultiva, de ahí la llamada denominación de origen. Estas son algunas que actualmente fascinan en los wine bars y bares de coctelería:
Albariño
Quizá la más popular hoy en día. Es una uva de Galicia (España), que es la base de los vinos Rías Baixas, muy populares por su frescura y vivacidad, a menudo con notas de cítricos, manzana verde y melocotón; recuerdan al campo porque tienen matices florales. Pueden ser un poco empalagosos, tienen una graduación alcohólica elevada y una acidez notable.
Verdejo
Tiene toques de hierba de campo, pero es afrutada y ácida. Los de D.O. Rueda, de Castilla y León (España), tienen como materia prima a una fruta de viñedos que han soportado inviernos fríos y largos, primaveras cortas con heladas tardías y veranos calurosos y secos. La diferencia de temperatura es el secreto del equilibrio entre el azúcar que gana la uva con el sol y la acidez que no pierde durante las noches frescas.
Sauvignon blanc
Originaria del río Loira en Francia, tiene un componente floral con aromas de pomelo y frutas de la pasión. Estas notas tropicales intensas son tan agradables que nos trasladan a otras zonas. Es un viaje refrescante y amable, con una acidez controlada, perfecto para cualquier aperitivo sencillo.
De tiempos inmemoriales
Desde la época mesopotámica ya era consumido el vino blanco, es decir, que data de unos 7,500 años atrás. Mientras que para los griegos sirvió como remedio médico, para los romanos tomó un sentido más social que los hizo ampliar su producción.
Eso sí, también tuvo propósitos funerarios. Un reciente hallazgo en Carmona (Andalucía, España) dejó al descubierto el vino líquido más antiguo del mundo dentro de una tumba romana.
El vino blanco de 2 mil años de antigüedad, que se hizo rojizo con el tiempo, fue vertido en una urna con restos humanos.
*Texto adaptado para + Chilango