El absurdo humano no tiene límites, prueba de ello son los festejos en honor al papel burbuja, las peleas de almohadas, los calcetines perdidos y los tenis de colores. Si tenemos límites tan amplios, ¿por qué no le damos una oportunidad a estas chilanguísimas opciones?
Candelaria reloaded
Proponemos hacer un día especial para conmemorar a los tamales que valientemente dan su vida por nosotros cada año (si lo haces con unas guajolotas, eres un chilango de cepa).
Mamma Mia!
Sugerimos que en primavera se celebre el Día de las inundaciones; esas hermosas 24 horas en las que todo colapsa y no puedes salir de la oficina serán un carnaval veneciano.
At the OTSO
Cierta cadena de tiendas ha emprendido una de las labores de colonización más sutiles del siglo XXI. Pronto todos vestiremos un uniforme rojo y amarillo. Sería una fiesta similar al Día de la raza.
Domesticar chilangos
A lo mejor si inventamos un Día de tirar basura en las coladeras, la gente de la capital contendrá su impulso diario de ensuciar las calles (punto patrocinado por el perro de Pavlov).
Hombre-bocina
El responsable de llenarnos de villancicos cuando llega la Navidad (a.k.a. sonidero-man) se merece su fiesta porque “si me ven, si me ven, voy camino de Belén, con mi burrito sabanero…”.
Hora de procrastinar
El Día del “mañana” reuniría a todos aquellos senseis del “ahorita lo hago” y el “mañana te pago”, maestros iluminados que vemos a diario. Mañana te decimos cuándo se festeja…
Día de la marcha
Si una vez al año, al mismo tiempo, se realizaran todas las marchas, la ciudad colapsaría solo un día (hasta lo podríamos tomar como día feriado). Pero no, siempre queremos lo difícil.
En honor a las cubetas
Esas cubetas rellenas de cemento para apartar lugares en la calle no solo se merecen su festejo: deberían demoler “la Suavicrema” y poner una réplica gigante de ellas. Será todo un hit.