Es inevitable: la fuerza del tamal es omnipresente y todopoderosa. Aunque ya hayas empezado la dieta, te envolverá en sus esponjosos y mantecosos brazos. Solo déjate llevar por alguna de estas posibles situaciones tamaleras
El desfalco
Todo era miel sobre hojuelas hasta que llegó Dianita de Contabilidad a recordarte que sacaste el mono en la rosca. Ya se te había olvidado y lo peor es que ya gastaste la quincena en pagar tus deudas.
El metatamal
Como desayunas torta de tamal seguido, ya te aburriste y para este día especial le pides al tamalero que te sorprenda. Prepárate para un tamal de taco al pastor, de tostada de tinga, de torta de tamal….
El rebote
Desde que partiste la rosca te pusiste a dieta y ya no comes carbohidratos. Te costó trabajo, pero ibas bien hasta que llegaron los tamales. La presión social fue mucha y te comiste uno, luego dos….
La lechuza
Como la tamalmanía nunca llega sola, el atole y el café también han entrado a tu pirámide alimenticia. Lo malo es que con el rush de azúcar y cafeína en tu cerebro te has convertido en forever sonámbulo.
La alternativa
Tanto tamal verde y de mole rojo te aburren. La solución es fácil: ásalos al comal, fríelos en aceite, rebózalos con tempura, empanízalos, cúbrelos de chocolate, úntales Nutella, el cielo es el límite.
La persecución
Aunque lo sabías desde el 6 de enero, un día antes de la gran fiesta tamalera ya nadie te puede vender sin pedido previo. Ni modo, a perseguir por la ciudad el sonido de “lleve sus ricos y deliciosooos…”.
La intoxicación
Llevas tantos días desayunando, comiendo y cenando tamales que o te intoxicas (sí puede pasar, en serio) o tu ADN muta y en una de esas La Cuca termina componiéndote una canción.
El itacate
Debes estar seguro de algo: entre las tamalizas y el itacate que familia y amigos te darán, llegarás con dignidad al final de la quincena. ¡Refri lleno de tamales de aquí a Semana Santa!