Los más recordados son los de Abraham Lincoln y John F. Kennedy, asesinados durante su gobierno, sin embargo, varios de ellos resultaron lesionados de gravedad
Con la reciente agresión que recibió el expresidente estadounidense (y actual candidato republicano) Donald Trump, es inevitable recordar los atentados que sufrieron personajes como Abraham Lincoln (1809-1865) y John F. Kennedy (1917-1963), sobre los cuales se han escrito infinidad de libros, producido documentales y películas, series y obras teatrales.
Justo porque esos casos están más que abordados y están muy presentes en el imaginario colectivo, haré un breve recuento de los “otros datos” sobre algunos gobernantes de la nación vecina que recibieron atentados contra su vida.
Los heridos
A tres años de dejar el cargo como presidente, Theodore Roosevelt se presentó a las elecciones presidenciales de 1912 por parte del Partido Progresista. El 14 de octubre de ese año, mientras hacía campaña en Milwaukee, Wisconsin, John Schrank (un tabernero de Nueva York que lo había acosado durante semanas) le disparó a Roosevelt en el pecho con una Colt calibre .38.
El texto de 50 páginas de su discurso (doblado en dos en el bolsillo del pecho) más un estuche de gafas de metal, frenaron la bala. Schrank fue desarmado, capturado y, a punto de ser linchado, Roosevelt exigió que no lo agredieran.
El expresidente, quien era cazador y anatomista experimentado concluyó que, como no estaba tosiendo sangre, la bala no había llegado a su pulmón y rechazó las sugerencias de ir al hospital. En cambio, pronunció su discurso durante 84 minutos antes de aceptar atención médica.
Después, los chequeos y una radiografía confirmaron que la bala se había alojado en el músculo del pecho de Roosevelt, pero no penetró las pleuras pulmonares. Los médicos concluyeron que era menos peligroso dejarla en su lugar que intentar extraerla y la bala permaneció en el cuerpo de Roosevelt el resto de su vida.
Pasó dos semanas recuperándose antes de regresar a la campaña para buscar su reelección, la cual perdió ante el candidato demócrata Woodrow Wilson.
El 30 de marzo de 1981, cuando Ronald Reagan regresó a su limusina después de dar un discurso en el hotel Washington Hilton, John Hinckley Jr. disparó seis tiros, hiriéndolo a él y a otras tres personas.
Reagan resultó gravemente herido por una bala que rebotó en el costado de la limusina presidencial y lo alcanzó en la axila izquierda, rompiéndole una costilla, perforando un pulmón y causándole una hemorragia grave.
Aunque “estaba cerca de la muerte” al llegar al Hospital Universitario George Washington, Reagan fue estabilizado en la sala de emergencias y luego fue sometido a una cirugía exploratoria de emergencia. Se recuperó y fue dado de alta del hospital el 11 de abril.
Hinckley fue arrestado de inmediato y más tarde dijo que “había querido matar a Reagan para impresionar a la actriz Jodie Foster”. Fue diagnosticado como “enfermo mental” y confinado en una institución psiquiátrica, de la que fue dado de alta el 10 de septiembre de 2016: 35 años después del incidente y 12 años después de la muerte de Reagan (por neumonía complicada con la enfermedad de Alzheimer).
Algunos asesinados
El sábado 2 de julio de 1881, con apenas cuatro meses en el cargo presidencial, James A. Garfield llegó a la estación de ferrocarril de Baltimore y Potomac en Washington, DC. Ahí el escritor y abogado Charles J. Guiteau le disparó dos veces con un revólver Webley British Bull Dog .442: una bala rozó el hombro del presidente y la otra le atravesó la espalda.
Garfield soportó el dolor y el sufrimiento durante 11 semanas antes de morir (el 19 de septiembre de 1881) por complicaciones causadas por las infecciones que contrajo por el incesante sondeo de los médicos de su herida con dedos e instrumentos no esterilizados. A pesar de la gangrena, sobrevivió 79 días después de recibir el disparo.
El 6 de septiembre de 1901, el presidente William McKinley estaba de visita en la Exposición Panamericana (en el Templo de la Música de Buffalo, Nueva York), cuando recibió dos disparos en el abdomen a corta distancia por parte de Leon Czolgosz, un anarquista que estaba armado con un revólver calibre .32 que ocultaba envuelto en un pañuelo.
La primera bala rebotó en un botón (o medalla) de la chaqueta de McKinley y se alojó en su manga; el segundo disparo le atravesó el estómago. Aunque al principio McKinley parecía estar recuperándose, su estado de salud empeoró debido a la gangrena que se instaló alrededor de sus heridas y murió el 14 de septiembre de 1901.
Intentos fallidos
Entre complots e “intentos fallidos” de asesinato de los gobernantes estadounidenses (y que se lograron frustrar o prevenir a tiempo), la agencias de inteligencia han logrado contabilizar 38, siendo Barack Obama quien más estuvo en riesgo con ocho ocasiones (seguido por Bill Clinton con cinco).
Incluso, “se rumora” que las muertes “por enfermedad” de los gobernantes Zachary Taylor y Warren G. Harding, en realidad fueron “inducidas” por personas cercanas a ellos… Nunca lo sabremos, pero de lo que sí podemos estar seguros es que, quienes deberían elegir al presidente de la nación más poderosa del mundo tendría que ser el resto del mundo, pues somos nosotros quienes más padecemos sus decisiones.