Aunque hoy vive un boom dentro y fuera del país, este género musical ha estado presente en México desde hace cuatro décadas
Por Gabriela Martínez y Alejandra Chavarría*
En medio del bullicio de la CDMX y el área metropolitana, cada vez es más común escuchar el “Reguetón Mexa”, un género aparentemente nuevo que fusiona el reguetón con cumbia, guaracha, sonidero e incluso circuit (fusión de house progresivo con tribal). Por casi 20 años ha formado parte del paisaje sonoro de la periferia: Ciudad Nezahualcóyotl, Valle de Chalco, Gustavo A. Madero, Tláhuac e Iztapalapa, por mencionar algunos.
Con sabor a micheladas y azulitos, “chacales” y “bellacas” bailan al ritmo de la picardía y cachondeo de este género que comienza a apropiarse de espacios donde en un principio hubiera sido difícil escucharlo sin despertar el clasismo de quienes, como Aleks Syntek, piensan que “el reguetón tiene nula calidad creativa”.
A pesar de sus detractores, el reguetón mexicano ha llegado a circuitos donde se vende la experiencia de barrio, sin los riesgos que implica vivir en “el barrio” y divertirse en la clandestinidad. El reguetón mexicano poco a poco ha ganado terreno en la industria musical, llegando a compartir cartel con Kendrick Lamar, LCD Soundsystem, Arca, David Guetta, Armin Van Buuren y Carl Cox, entre otros. No ha sido un logro obtenido de la noche a la mañana.
De acuerdo con datos de Spotify, las reproducciones de reguetón mexicano han crecido 1,119% durante los últimos cinco años, pues pasaron de registrar 155 millones de reproducciones en 2018 a 1.8 billones en 2023.
Todo indica que el “Reguetón Mexa” tiene potencial para cruzar fronteras, pues recientemente se estrenó el remix de “G Low Kitty” a cargo de El Bogueto, Uzielito Mix, El Malilla y Dj Rockwel Mx, sus intérpretes originales, en colaboración con Yeri Mua y el reguetonero colombiano J Balvin. Pero… ¿cómo llegamos aquí?
No estaba planeado
Diversas fuentes señalan a Veracruz como “la cuna del reguetón” en nuestro país; y para entender su historia habría que remontarnos a la década de 1980, cuando una nueva discoteca apareció en el mapa del Puerto: Capezzio, “la casa de la raza”.
Luego de originarse en Panamá, resultado de la fusión del reggae en español con el hip-hop y el dancehall, el reguetón rápidamente ganó popularidad en el Caribe, razón por la cual Veracruz tuvo un papel importante en la inclusión del género en México.
Fue hasta los años 1990 que Capezzio, originalmente llamado Nancy’s, incorporó DJ’s que empezaban a incluir el género en sus repertorios, lo que le dio vida a este espacio que años después recibiría a artistas como Los Ilegales y Big Boy.
A partir de este momento, las y los veracruzanos comenzaron a experimentar con el reguetón, fusionándolo con elementos de la música tradicional mexicana y otros ritmos caribeños que dieron paso a una primera ola de nuevos artistas. Así, en la década de los 2000, Veracruz vio nacer a la agrupación La Dinastía, una de las primeras en hacer reguetón en el país. En 2005 lanzaron su primer sencillo, “Vaquero”, el cual les abrió las puertas a muchos escenarios.
Aunque en un principio fue difícil impulsarlo, pues las radiodifusoras del puerto de Veracruz se negaron a incluir la canción en sus estaciones debido a que la consideraban “vulgar”, esta canción continúa sonando después de casi 20 años, no sólo en zonas periféricas, sino en espacios donde el cover cuesta 300 pesos y conviven diferentes estratos sociales.
En esa misma época, en el entonces Distrito Federal, el rapero mexicano de ascendencia puertorriqueña, Big Metra, comenzaba a figurar en el mundo de la música. El poseedor de un Récord Guinness por hablar 968 sílabas por minuto, es considerado uno de los primeros reguetoneros mexicanos.
¿Hacia dónde va el reguetón mexicano?
Mientras que las reproducciones suben como la espuma y cada vez son más los espacios para el género, hay que reflexionar cuál será el rumbo de este género musical que, si bien surge como un subgénero, lleva una enorme carga identitaria 100% mexicana. “Quien echa a perder la escena es la industria de la música, no los músicos y cantantes. Quienes los contrapuntean son estos monstruos de la industria con intereses económicos”, sugiere la escritora Dahlia de la Cerda.
DJ Sueño, Uzielito Mix, Jae S, Zkiper Mami y Jencko el Shinobi tienen algo claro: quieren seguir haciendo música. Desde sus diferentes trincheras, organizando eventos colaborativos, apoyando a nuevos talentos, impulsando nuevas producciones.
Pero en medio de este proceso, el reguetón mexicano debe hacer resistencia para no perder los elementos picarescos que conforman los sonidos básicos del género, las rimas, los elementos estéticos y principalmente, la colectividad del trabajo colectivo en el barrio.
En conjunto, artistas y público son quienes mantienen vigente la escena. Es importante valorar su trabajo y romper estereotipos, pues como dice Isaura Leonardo en el libro Vamos pal perreo: “El reguetón es brujería perseguida y estigmatizada que desata los demonios del cuerpo”. El reguetón somatiza una herida colonial, “desnuda prejuicios y ocultos deseos de limpieza social”. Lee la nota completa en nuestra revista impresa o digital.
*Texto adaptado para + Chilango