En un país desangrado por la guerra, en donde más de 450 mil personas han muerto y otros 5 millones han sido desplazados, el futbol parece regresar un poco de esperanza a Siria
De manera dramática, y con gol de último minuto, la selección de futbol de Siria empató ayer frente a Irán en la eliminatoria asiática, consiguiendo el derecho a disputar el repechaje que podría clasificarle por primera vez a la Copa del Mundo, hecho que fácilmente podría convertirse en la historia deportiva más importante de este año.
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Siria nunca ha jugado un Mundial y, por el contrario, su historia futbolística está marcada por derrotas y fracasos. Con un panorama político y social como el que ha experimentado el país ubicado en la costa oriental del Mediterráneo en los últimos seis años, nadie esperaba que la cosa pudiera ser diferente, mucho menos cuando la FIFA les castigó por la intervención gubernamental en el deporte por parte del régimen de Bashar al-Ásad.
Por si fuera poco, la FIFA también les prohibió disputar sus partidos como local en las ciudades de Damasco o Alepo, convirtiendo a la selección Siria de futbol en una ícono más de los millones de desplazados por la guerra.
Primero jugaron en Omán, pero la cosa no salió del todo bien. Después, países como Catar, Líbano y Macao rechazaron la petición de asilo para disputar sus partidos como local, hasta que Malasia se convirtió en su segunda casa, en donde, en medio de estadios vacíos, la selección Siria ha sacado grandes resultados, superando incluso a naciones que en los últimos años han tirado miles de millones de dólares en impulsar su desarrollo futbolístico, como China o Catar.
Con muchos jugadores muertos, desaparecidos o en el exilio, la selección de Siria está a punto de escribir una de las más grandes historias del deporte y, curiosamente, para lograrlo deberá superar a dos naciones que han sido clave en el conflicto armado que han vivido durante los últimos años: primero enfrentará a Arabia Saudita, en la repesca asiática, para así obtener el derecho a disputar el último boleto mundialista ante el cuarto calificado de la Concacaf, que, para como van las cosas, podría ser Estados Unidos.
Por supuesto que, más allá de la hazaña deportiva, es inevitable maravillarse ante el papel que puede jugar un deporte tan simple como el futbol, que en estos días parece capaz de unir a una nación que durante los últimos años ha sido dividida, despojada y acostumbrada a vivir entre la guerra y el conflicto.