Las vacaciones de diciembre son tramposas. Por decisión o sumisión, pero siempre desinflan energías. Ya sea porque se sale de viaje, o porque hay que tolerar a la familia propia y ampliada, o porque no se tiene con quién compartir nada, o porque te cae gordo el tal Santa Claus. La última quincena de diciembre suele apagar la efervescencia colectiva. ¡Qué bueno!, dirán los necesitados de “paz social”. Todos los demás… sólo rumiamos los excesos de la temporada festiva.
El pasado fue un año de calles, hashtags y protestas. Va breve recuento de lo más sonado. #Euromaidan: manifestaciones, febrero, Ucrania. El presidente Yanukovych quiere “cortar lazos con Europa”, el respetable no se deja. #SOSVenezuela: Maduro y la “mordaza impuesta a la libre expresión”; los estudiantes no se dejan. #Girasoles: protestas, Taiwán, algo de un “acuerdo secreto y contraproducente con China”; los estudiantes protestan con girasoles en la mano: hay que “echar luz” a los gobernantes. #BringBackOurGirls: 270 niñas-las secuestran-de una escuela en Nigeria. Es Boko Haram. Otra vez. Y se moviliza la opinión pública internacional: regresen a nuestras niñas (que aún no ha ocurrido). El “saludo de los Juegos del Hambre”: Tailandia, golpe de Estado, mayo. Los Juegos del Hambre y ese saludo con tres dedos: los opositores al régimen tienen su identidad. #HandsUp: asesinato, Misuri, afroamericano, Brown, policías. Y se viraliza la consigna “Hands Up, Don’t Shoot” (manos arriba, no dispare). Semanas y semanas de protestas multitudinarias. #Paraguas: Hong Kong y sus estudiantes en las calles. Protestan: no se vale el veto chino a los candidatos a diferentes cargos honkoneses. La insignia: un paraguas. #Aytozinapa: son 43 los estudiantes normalistas de Guerrero, México, que faltan. Y son la policía y los gobiernos y el crimen organizado y… los culpables. México se cimbró. Cerró el año siendo un país de realidades frente a las ilusiones gubernamentales que precedieron a esta etapa.
Refiero sólo unos ejemplos. Pero así fue 2014, el año de las protestas. ¿Qué pasará este año? ¿Se habrá desarticulado, que no resuelto, el descontento? ¿Será sedimento para las manifestaciones que siguen? ¿Estamos en el impasse propio del letargo decembrino y a nada de que todo vuelva a arder?
No dudo que quienes toman decisiones celebrarían que a los “desestabilizadores” se les hayan bajado las pilas. Yo, honestamente, creo que veremos mucho más, y más estruendoso. La realidad no está para menos.
2015, el año de las protestas que vienen.
(Gabriela Warkentin)