Déjenme presumirles: El 22 de octubre de 1989 –hace 24 años y un día- publiqué mi primera nota firmada en Página Uno, el suplemento político del periódico Unomásuno. Fue una entrevista con Pablo Gómez, diputado del entonces naciente PRD.
Tuve suerte. Estaba yo desempleado, sin estudios terminados, venía mi primer hijo en camino (deseado y planeado como pocos) y nunca imaginé que habría de dedicarme a este oficio.
Llegué a la redacción de ese suplemento buscando trabajo de lo que fuera y dos grandes periodistas (Ivonne Melgar, a quien ya conocía, y Jorge Fernández) no sólo me abrieron las puertas, sino además me enseñaron el oficio.
24 años en los que éste ha sido mi único oficio, divertido como pocos.
¿Qué tanto han cambiado en estos años el periodismo y los medios en este país, que ha pasado por tantas crisis y transiciones?
Sería injusto decir que ha cambiado poco. Nuevos medios, nuevas tecnologías, periodistas más profesionales desmentirían esta afirmación.
Pero quizá también habría que decir que no ha cambiado tanto como se necesita y, sobre todo, como lo necesita un país que cada día exige más y mejor información.
Y cuando uno se refiere a este tema, siempre hay que volver a lo que creo que es la primera gran debilidad de los medios: mantienen una peligrosa dependencia de la publicidad gubernamental, sin la que simplemente no hubieran sobrevivido la mayoría de los medios (sobre todo impresos y noticieros radiofónicos).
Imposible no vincular esta dependencia económica a las limitaciones que conlleva en el ejercicio del periodismo y, claro, de la libertad de expresión.
Hablamos de estaciones de radio cuyos ingresos son hasta de un 90% de fondos públicos. O de periódicos que, sin estos recursos, tendrían números rojos y recortes de personal.
El gobierno (los gobiernos), por ende, se vuelve el principal cliente de los medios, que olvidan al lector (radioescucha, televidente) y hacen de esta relación el tema central de sus agendas informativas y económicas. Poco contribuimos a generar una ciudadanía informada, capaz de ejercer su propia ciudadanía, y en lugar de ser un canal para la rendición de cuentas nuestra crítica al gobierno provoca desconfianza y lejanía hacia gobernantes y partidos por la falta de profundidad e investigación. Nos quedamos en los dichos y las anécdotas.
¿Por qué habrías de ejercer el periodismo libremente si éste incomoda a tu único o principal cliente?
No es casual, pues, que México vaya a contrapelo de lo que ocurre en otros países y veamos nuevos periódicos en los puestos casi cada semana. Hoy tenemos más de una treintena, sólo en la Ciudad de México, y si se le suman noticieros de radio y televisión, resulta que los capitalinos tenemos más de medio centenar de ofertas informativas sólo por las mañanas.
Por eso creo que este oficio –y el sistema de medios- no ha cambiado lo suficiente. Ni qué decir de la corrupción, menos presente entre reporteros, pero que sigue marcando a un número importante de directivos, propietarios y columnistas.
Nunca está de más volver a lo básico: “el periodismo sólo sirve si hay un compromiso con la verdad, la independencia y la responsabilidad social. El buen periodismo genera libertad”.
Dice Javier Darío Restrepo que “el poder de informar es el poder de servir. Y para servir (entendido como prestar un servicio), hay que servir (ser útil)”.
Y aún cuando cada vez hay más medios, más periodistas profesionales y mejor periodismo, es en esto último que menciona Restrepo donde creo que seguimos teniendo un déficit.
Espero que no falten otros 24 años para el cambio.
(DANIEL MORENO CHÁVEZ / @dmorenochavez)