Periodista y director de AnimalPolitico.com; ha trabajado en Reforma, Milenio y El Universal. Es profesor en la maestría de Periodismo del CIDE y coolabora en distintos espacios radiofónicos, como Fórmula y W Radio.
No encuentro una sola razón para pensar lo contrario: los asesinatos y desapariciones de periodistas no le importan al presidente Enrique Peña Nieto o a los gobernadores.
Pero aceptaría que alguien me diga que no le sorprende.
Añado: si nos atenemos a lo dicho y escrito por la llamada “opinión pública”, por directivos y dueños de medios, por funcionarios y gobernadores, deberíamos decir que no le importan a (casi) nadie.
Moisés Sánchez es uno más y “sólo un taxista”. A lo que sigue. LEE LA COLUMNA DE DANIEL MORENO: MOISÉS SÁNCHEZ, EL SUBVERSIVO
Sin embargo, creo que no podemos darle vuelta a la página. Abiertamente digo: quisiera apelar en este texto a lo poco que nos queda a los periodistas -y por supuesto a cualquiera que pase por estas líneas- de “capacidad de indignación”, de sentido de gremio o aunque sea de mera empatía y recordarles que Moisés -según la procuraduría veracruzana- fue cruelmente asesinado.
Apenas alcanzo a imaginar el dolor de su familia. Y no sólo por el asesinato mismo (que ya debería ser suficiente), sino por una dudosa investigación, por semanas de silencio, por la negativa de la PGR de hacer algo…
¿Qué sentirán además por el silencio de un gremio que parece también decir :“era sólo un taxista”?
Triste prueba de cómo hacemos periodismo, de cómo entendemos nuestra relación con el poder: el mismo silencio de la autoridad, el mismo desprecio.
Hace poco menos de un año fue Gregorio Jiménez. Tampoco mereció una palabra del presidente ni una protesta del gremio en el país. Ni siquiera porque los casos de Moisés y Gregorio son ejemplo doloroso de los riesgos de nuestro propio oficio, del peligro que significa algo tan cotidiano en cualquier otro país como escribir, decir, denunciar o estar en un lugar que la muerte termina por revelarte como el lugar equivocado.
Hay que repetir: matar a un periodista es silenciarnos a todos.
Pero ni así. Gregorio y Moisés nos volvieron a recordar la indiferencia de un gremio controlado por intereses ajenos al periodismo. TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: PERIODISMO EN VERACRUZ
Si olvidaron pronto a Gregorio, volvieron a las andadas con Moisés. ¿Una portada? No. ¿Una exigencia, un grito, una protesta? Para qué.
¿Ellos no son como nosotros?
Gregorio ganaba 20 pesos (recuerden: menos de un dólar y medio) por texto. ¿En cuántas profesiones hay tanta distancia en la pirámide salarial, cuya punta ocupan directivos, columnistas, opinadores, conductores de radio y TV? Quizá esa distancia es la que sienten estos mismos periodistas con casos como el de Moisés. Alguno dirá: “estoy a 500 mil pesos de distancia de Gregorio”.
¿Cómo no respetar a un periodista, como Moisés, que manejaba un taxi para pagar la publicación de un semanario? Tan fácil que hubiera sido que sólo se dedicara a conducir ese taxi, que olvidara el servicio público que daba al informar. Estaría vivo.
Insisto: a más de uno de los lectores de esta columna le podrá parecer inútil volver al tema, insistir en el reclamo al gremio.
Pero va de nuevo: Gregorio y Moisés murieron por el ejercicio de su profesión. Van 11: Regina, Víctor Manuel, Esteban, Miguel, Guillermo, Yolanda… Y están los casos de Sergio, Miguel o Gabriel, desaparecidos.
El caso de Moisés duele por muchas razones. Confieso que me duele más por la indiferencia, el silencio, el desprecio de los periodistas por su muerte. No alcanzo a comprenderlo.
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( Daniel Moreno)