115 millones de pesos y todo lo que pidieron, con excepción de dejar los territorios dominados por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación libres de la reforma educativa, habría sido el pago del gobierno federal a la CNTE para que se fueran de la Ciudad y regresaran a las aulas en sus estados.
El 17 de septiembre escribimos en este mismo espacio que los líderes de la Coordinadora “negociaron en la Secretaría de Gobernación un retirada paulatina, a cambio ya no de dar marcha atrás a la reforma educativa –cosa que a estas alturas resulta impensable e imposible- , sino de mejoras en las condiciones de la infraestructura docente de los estados que representan. El acuerdo lo encabezó el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda y el secretario Miguel Ángel Osorio Chong y del mismo estuvo enterado, desde el primer momento, el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera. La única condición que se puso sobre la mesa fue que los maestros lograran desactivar a las bases magisteriales más duras, que se han salido de control incluso para sus propias dirigencias”. Casi un mes después, y aún con resistencias, los maestros cumplieron su palabra.
Los líderes de la CNTE batallaron para conciliar posturas del ala más dura que los tachaba de traidores y les reclamaba por haber sido “usada” para negociar. Pero el fin de semana, con el voto de dos terceras partes de quienes permanecían en el plantón, lograron aterrizar lo que habían prometido en la mesa de Gobernación en reiteradas ocasiones.
La CNTE ganó. Estirando la liga y desquiciando la Ciudad, obtuvieron 10 mil plazas en Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, que permanecían como irregulares. También ganaron impunidad: ninguna represalia penal o administrativa por las protestas de las últimas semanas. Además, les serán pagados los días que no trabajaron. Por si fuera poco, se deshicieron de la sección 59 del SNTE, que “tomó” unas 100 escuelas para suplir la ausencia de los maestros de la Coordinadora, que estaban en paro (dos mil 500 agremiados tiene el SNTE en Oaxaca, frente a los 70 mil de la CNTE). Y, para rematar, obtuvieron la promesa del gobierno federal de revisar los casos de algunos militantes de la CNTE, entre ellos el de Mario Olivero Osorio, profesor y dirigente del Frente Amplio de Comunidades Marginadas del Estado de Oaxaca, así como el de Lauro Atilano Grijalva Villalobos, Sara Altamirano Ramos, Damián Gallardo Martínez y Leonel Manzano Sosa, que están acusados de delincuencia organizada y del secuestro de los sobrinos del presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani.
El interés de los líderes de la CNTE nunca fue la educación: querían impunidad y dinero. Y eso tendrán. Jamás les importó la mejora de la calidad educativa. Su apuesta fue, como desde hace años, llevar al límite la negociación para ganar. Y ganaron. Son un grupo de presión, de choque. No representan a “los maestros”, se representan a sí mismos y a sus intereses.
Marcharon, bloquearon, vandalizaron edificios y agredieron policías, hicieron todo para salirse con la suya. Hoy festejan. En cuatro ocasiones pactaron en la mesa de negociación su retirada del Distrito Federal y parece que ésta última fue la vencida. El lunes 14 de octubre arrancará el ciclo escolar para 1.3 millones de alumnos en Oaxaca.
Regresan los niños a las aulas, y regresa también la Ciudad de México a manos de los capitalinos. Los integrantes de la CNTE que la tenían secuestrada nos la devuelven. Respiramos los chilangos y respira el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera que, a pesar de las críticas y señalamientos, evitó en buena medida, que la violencia escalara. Actuó con prudencia frente a los imprudentes profesores a quienes no solo no les importa el tema educativo, sino que han sido infiltrados por grupos subversivos que mantienen una intención de choque y desestabilización.
Sufren ahora los niños oaxaqueños, que vuelven a quedar en manos de quienes no tienen interés alguno en la educación, de quienes sólo los usan para lucrar.
(MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN / @mlopezsanmartin)