Y no era un casco de refresco.
“Andaba en motocicleta cuando me topé con una camioneta Land Rover, escoltada por otra Durango. La escolta estaba manejando como normalmente manejan los escoltas, echando el coche hacia otros lados. Lo rebaso y el chofer me insulta. Metros adelante… me freno, saco el celular para poderle tomar una foto a la escolta. En cuanto vuelvo a arrancar, la camioneta que estaba siendo escoltada me golpea la moto para tirarme. La motocicleta cae al suelo y, en ese momento, siento a uno de los gorilas agarrándome a golpes. Se bajaron y empezaron a golpearme durante un rato. A golpearme. Si no fuera por el casco y la chamarra, todo habría sido más grave. Terminaron por romper el casco de la moto. A golpes. Y para romper el casco de una motocicleta… necesitas golpearlo mucho.”
Lo narra, en entrevista, Maruan Soto Antaki. Y lo contó desde el minuto uno a través de su cuenta de Twitter: @_Maruan
Maruan es escritor, cineasta, pero es sobre todo un ciudadano que vive en esta chilanga –y caótica– ciudad nuestra. Anda en motocicleta, fue agredido por las camionetas que describe (y que, presumiblemente, eran manejadas por escoltas de alguien), decidió registrar las placas de quienes circulaban como si las calles (y el mundo) fuese de ellos, y mereció por ello una golpiza que no parece menor (claro, como traía casco y chamarra de piel, el cuerpo tiene pocos “registros de agresión”; por lo tanto, puede no calificar como “grave”. En fin). Maruan es también de los pocos ¿valientes? o ¿ingenuos? que deciden llevar hasta las últimas consecuencias la agresión sufrida. Es decir: que se encuentre a los culpables y que se haga justicia.
¿Justicia?
Jus ¿qué?
Ya me imagino que quienes esto leen pensarán: pinche Maruán, pero ni quien te pele, wey. Los escoltas son escoltas de ALGUIEN y pueden hacer lo que les venga en gana. Quién te manda tomarle fotos, ca’ón. Si en este DeFe de la impunidad cabalgante, unos policías pueden arrollar (y matar) a un ciclista, y no pasa naaaaadaaaa. Si en este DeFe de las libertades selectivas, unos cuantos pueden cerrar vialidades a su antojo y otros tantos son disgregados a madrazos por pretender protestas ¿similares? No manches, iiiinche Maruan, date de santos de que traías casco.
Otros pensamos tal vez igual (la inmovilidad de la impunidad se nos introyecta desde que el Espíritu Santo nos seleccionó para ser mexicanos), pero consideramos que, con todo, vale la pena acompañar las historias como la de Maruan. Visibilizarlas. No soltarlas.
La mula no se hizo impune, nosotros se lo impusimos.
O nos hicimos weyes.
Ya no.
(GABRIELA WARKENTIN / @warkentin)