A principios de los setenta el gobierno mexicano realizó por presiones de Estados Unidos un aparatoso operativo de erradicación de cultivos de drogas ilegales en Sinaloa, Durango y Chihuahua, que dejó sin mariguana y opio por un tiempo a consumidores estadounidenses. Sin embargo, a la par de que sucedía esto, el capo Alberto Sicilia Falcón y un grupo de mandos militares llevaron por primera vez a Guerrero la siembra masiva de mariguana y adormidera. El traficante Sicilia se beneficiaba así con la producción y venta de drogas, cubriendo el vacío que había dejado en el mercado de consumo la operación Cóndor en el Triángulo Dorado, mientras que a los Generales de Guerrero, la maniobra les ayudaba en su guerra sucia contra el movimiento impulsado por el maestro normalista y guerrillero Lucio Cabañas, ya que los campesinos que sembraban mariguana y adormidera con su anuencia se convertían en informantes y colaboradores del Ejército.
Así es como nació esa mariguana famosa conocida como Acapulco Golden, que en parte podría ser una marca del Ejército mexicano. Testimonios, documentos y análisis sobre esta realidad pueden consultarse en un capítulo del libro “El Cártel de Sinaloa. Una historia del uso político del narco” (Grijalbo, 2009).
Este antecedente es importante para analizar los recientes sucesos en los cuales se atribuye a un grupo conocido como Guerreros Unidos la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. En 2012, Guerreros Unidos apareció de la nada y difundió a través de mantas y mensajes electrónicos que su principal objetivo era ayudar al Ejército mexicano en el combate a La Familia, uno de los grupos que disputaban el control de la producción y tráfico de drogas en Michoacán e incursionaba ya en Guerrero. La base de operación de Guerreros Unidos, organización delictiva poco conocida a nivel nacional hasta ahora, siempre fue el municipio de Iguala, Guerrero, donde se encuentra asentado el 27 Batallón de Infantería del Ejército, el cual nunca intervino durante las balaceras y enfrentamientos que duraron varias horas el 26 de septiembre a muy poca de distancia de su sede. ¿Por qué?
Ante la convulsa situación social y política de Guerrero que data desde los años setenta, alcaldes y gobernadores siempre deben tener una estrecha relación con los mandos militares de la zona para poder gobernar. Esto no es un secreto: desde el cacique del PRI, Ruben Figueroa, “El Tigre de Huitzuco”, hasta el cacique del PRD, José Luis Abarca, así ha sido. En Guerrero más que en ningún otro estado de México, el Ejército manda más que el Gobernador en turno.
En los dos años del gobierno de Enrique Peña Nieto, el Ejército ha perdido una parte del poder y el presupuesto que habían obtenido como nunca antes durante la administración de Felipe Calderón. Ahora ese poder y ese presupuesto está en manos de los tecnócratas que proyectan negocios energéticos, aeropuertos y demás. No es el secretario de la Defensa Nacional, pero sí hay un grupo de generales descontentos con esta nueva situación. Un miembro del gobierno de Peña Nieto me confió al inicio de este sexenio que tenían la preocupación de que cierto sector militar buscara mantener de la forma que fuera la lógica de Guerra contra el narco del pasado gobierno para mantener sus canonjías.
¿A quién beneficia la masacre de Iguala? No al alcalde narcotraficante ni tampoco al ineficaz gobernador. Tampoco a los cárteles de la droga que operan en la zona, ya que esta situación provocará mayor tensión social, enfrentamiento y guerra, lo cual es un obstáculo para sus operaciones mercantiles. ¿De qué viven los Ejércitos? De la guerra. Con los sucesos recientes, es previsible que aumente la tensión social y la presión política: el marco perfecto para que el Ejército pueda demandar de nuevo mayor poder y dinero a la casta de tecnócratas que gobierna el país.
Así es como la masacre de Iguala marca la transición de la Guerra del Narco a una reedición de la Guerra Sucia que en los años setenta comenzó justamente en Guerrero.
¿A quién beneficia la masacre de Iguala? Esa es la pregunta clave para entender lo que en malahora sucedió el 26 de septiembre de 2014.
(DIEGO ENRIQUE OSORNO / www.diegoeosorno.com)