Acompañémonos, colegas

Algunas veces se me ha ocurrido buscar a los colegas que no conozco (o que sí, pero que nos separan las formas y no el fondo) para proponerles que por un tiempo encerremos a nuestra arrogancia tan periodística y nos acompañemos. Porque cuando uno se acompaña se escriben libros extraordinarios como La travesía de las tortugas (Editorial Proceso, 2015). Este libro no sólo es generoso (el dinero de la venta lo recibirán los padres de los 43 normalistas desaparecidos) y no sólo es sincero (todos los involucrados desembolsaron tiempo y dinero desinteresadamente). El libro también es una luz en esta crisis del país: más de 60 reporteros se unieron para contarnos las vidas de los 43 y, de paso, homenajearlos y contribuir a que no se nos seque la memoria. La mayoría de los autores son jóvenes talentosos menores de 30 años con quienes, para mi mala suerte, aún no he cruzado palabra alguna. Tengo fe en que hablaremos algún día porque la gente siempre se encuentra. Ya ven: cuatro buenos reporteros de diferentes generaciones se encontraron hace tiempo y descubrieron que a Peña Nieto y a su esposa les regalaron una casa. Esa pieza periodística puede ganar este 30 de septiembre el Premio Gabriel García Márquez. Ojalá que así sea. Por eso a los colegas que no conozco (o que sí, pero que nos separa el pasado) les propondría formar un frente común. Porque cuando la gente se acompaña suceden marchas como la del sábado pasado, donde se apersonan niños, viejos, estudiantes, el vecino y miles de personas que ya nunca se les veía marchar, y entonces uno vuelve a creer que la ciudadanía no ha perdido el sentido de la solidaridad ni de la justicia. Creo, estoy seguro, que acompañados sería más complicado que las verdades mediáticas o históricas se consolidaran. ¿18 mil manifestantes en la marcha por Ayotzinapa? Que no la joda Mancera.

Acompañados sanamos más rápido cuando un colega es asesinado. Acompañados presionamos a las autoridades que todo quieren resolverlo con chivos expiatorios. “Hay que unirnos porque por separado nos están matando”, le oí decir hace poco a una reportera de mi generación. Las plumas pagadas, aunque los separa la mezquindad y la ambición, se unen para mamar chichi del erario. Nosotros, los reporteros, nos necesitamos para hacer periodismo.

De todo esto, cuando los busque, les platicaré a los colegas que no conozco (o que sí, pero que nos separa el orgullo). Les diré que el bien común tiene que ser más grande que nuestros egos y les recordaré que en los noventas, cuando nuestra generación era un grupo de veinteañeros, solíamos jactarnos de estar unidos y de ser mejores personas que los que nos antecedieron. Luego vinieron los pleitos y las amarguras, y la vanidad nos dividió.

Sé que llegará ese día en que nos acompañaremos los colegas corresponsales, los de Horizontal, los de Ojos de Perro, los de Periodistas de Pie, los de Marchando con letras, los de Sinembargo.com, los de Proceso, los de Animal Político, los de Revolución 3.0, los de Río Doce, los del semanario Zeta, fotoreporteros, los estudiantes de la maestría del CIDE, los Dromómanos… y todos aquellos reporteros y que se precien de serlo. Un día, estoy seguro, nos vamos a encontrar.