La vida dentro de un grupo de rock no es fácil. El éxito incuestionable no trae como consecuencia sana convivencia. Es por eso, pese a todas las recompensas que el oficio puede brindar, que muchas bandas se separan. Otros, los más sensatos, para evitar rupturas definitivas se toman un descanso prolongado, que puede incluir probar suerte en solitario o la búsqueda de otros cómplices con los que se acabará formando un proyecto alterno.
Este es el caso de Thom Yorke. Ha sido integrante de Radiohead mas de la mitad de su vida (“Desde los 16, pero formalmente desde los 21 años”). Ahora, a los 44, está al frente de otra empresa, que empezó como un disco solista (The Eraser) y que se convirtió en una banda cuando se vio en la necesidad de presentar su disco en vivo, Atoms For Peace. Ahí ha sumado a otros músicos, algunos casi tan célebres como él: Flea (de Red Hot Chili Peppers), Joey Waronker (cotizado baterista de sesión que ha trabajado con Beck y R.E.M), Nigel Godrich (afamado productor) y Mauro Refosco (virtuoso percusionista, el del currículo mas modesto en este grupo). Con ellos grabó un disco, AMOK que estará presentando en vivo y en directo el foro del WTC (en la colonia Nápoles) miércoles y jueves de la semana que entra.
Desde el asiento que me toca ocupar en el flamante Barclays Center de Brooklyn veo a Yorke, en el escenario con sus nuevos colaboradores, proyectar una alegría inédita. Sin embargo, no tiene planes para desintegrar la banda que lo convirtió en una leyenda. Al contrario. O al menos así lo explica sentado frente a su servidor en el oscuro vestíbulo del Hotel Bowery de la ciudad de Nueva York: “Así puedo regresar [a Radiohead] y disfrutarlo por elección, y no por obligación. Nunca ha llegado a ese punto pero después de un rato llega a sentirse así [como una obligación]. Porque es algo tan importante [Atoms for Peace]”.
Dicen que es un entrevistado difícil. A mi me ha tocado charlar con él unas cuatro o cinco ocasiones (desde la primera que pisaron México, en 1994) y lo puedo confirmar. Sin embargo hoy está de buenas, a pesar de que sólo ha dormido unas cuantas horas pues, según nos dice, se ha ido de fiesta anoche hasta las seis de la mañana. Responde amablemente cualquier pregunta. Se ríe mucho ante cualquier conato de chiste. Solo se irrita (y no con su servidor) cuando empieza a hablar de Spotify (“la última flatulencia desesperada de un cadáver al borde de la muerte”), empresa a la que hace algunas semanas le declaró la guerra. Considera que pretenden ser los guardianes de una industria musical que se encuentra en las últimas. Nos dice que lo que verdaderamente le entusiasma es lo que sea que venga después: habrá que ver de que se trata.
Mientras tanto, mi recomendación es que se den una vuelta por su concierto. Atoms for Peace es música del futuro hoy. Quizá a su repertorio se le pueda acusar de ser un poco parejo, pero lo que hacen estos músicos es simple y sencillamente deslumbrante: tanto, que no se extrañan las canciones de Radiohead -que nunca aparecen, con excepción de una oscura cara b llamada “Paperbag Writer”-. Además, la alegría de Yorke termina contagiándose, irremediablemente.
(RULO / @ruleiro)