Ahora el policía me va a querer sacar más dinero por estar en el teléfono cuando manejo. Lo dice sin titubear ni reparar en su protagonismo en la historia. Cierto, el policía querrá regodearse en la mordida. Pero ella asume, de entrada, que seguirá hablando por teléfono mientras maneja. Tal para cual, diría (algún) Don Teofilito.
El Gobierno del Distrito Federal dio a conocer un nuevo reglamento de tránsito, que entrará en vigor en fechas próximas (por cierto, en Veracruz también estrenarán reglamento de tránsito, con sus multas correspondientes; el aggiornamento de la convivencia urbana, que le llaman). Lo que más impacta: las nuevas multas. Por hablar por teléfono mientras se maneja, por estar texteando o manipulando el GPS, por usar parlantes o hacer ruido excesivo, por pegarse al claxon como adolescente desaforado, por no usar cinturón de seguridad en todas las plazas del automóvil, por llevar a niños menores de 12 años en la parte delantera del auto, por no ceder el paso ni dar prioridad a los peatones, por insultar a los policías (¡estense, muchachos!) y un buen etcétera. El nuevo reglamento de tránsito busca conferir prioridad a los peatones, respeto a los ciclistas y ordenar a los automovilistas. Así lo resumo, aunque implica mucho más.
Bienvenidas las nuevas multas, pero sobre todo las nuevas reglas. Porque, en principio, nuevas reglas implican un nuevo pacto social. Sólo que aquí es donde tuerce el rabo la CDMX. No hay un nuevo pacto social, sólo hay nuevas reglas (y nuevas multas).
Mientras sigamos viendo al policía como al enemigo o al elemento corruptible (y corruptor); mientras sigamos gozando de la impunidad del yohabloporteléfonocuandoquiera o yomepasoelaltocuandosemepeguelagana o queseatrevaesepobrependej0alevantarmeunainfracción o nosabesconquiénteestásmetiendo o essólounjuatsapporquemimamámeespera o cualquier otro pretexto; mientras sacar una licencia, en el DF, sea un amable acto de fe de “usted ni se preocupe, yo sé manejar”; mientras la lógica del que conduce sea acaba-con-el-que-pone-una-direccional-y-nunca-lo-dejes-pasar o que-chingue-a-su-madre-el-ciclista-porque-la-calle-es-mía o alguna otra chulada similar; en fin, mientras sigamos regodeándonos en la ley de la selva urbana, poco podrá avanzarse.
Hoy regresan los chamacos a clase. Voltee, lector o lectora queridos, a cualquier lugar. ¿Ve esa camioneta estacionada en doble fila? ¿Ve a la mamá pintándole mocos al policía que la conminó a moverse? ¿Ve el desmadre del lunes? Pues… así las cosas.
Como sea, bienvenido un nuevo ordenamiento. Hace falta. Ya veremos cómo articulamos su aplicación. Eso sí: lo único que me molesta es lo de “ponga las dos manos sobre el volante”. Me recuerda a mi mamá: ¡las manos en las 10 y 10!
Aunque… ella sí me enseñó a manejar.