Alicia Mendienta tiene más de 50 años y ha vivido los últimos 11 en Nueva York.
En ese tiempo el cabello le creció varias veces hasta la cintura, se lo cortó, y lo donó a mujeres con cáncer. Sus tres hijos, un hombre y dos nenas, dejaron de ser niños, tuvieron su primer amor, una de ellas estudió la universidad, y las dos mujeres se casaron.
Alicia Mendienta es madre y padre a distancia. Cuando llegó a Estados Unidos en la cámara oculta de un tráiler se compró un celular para hablar con sus hijos siete veces al día. Les hablaba antes de salir del departamento que renta en Brighton Beach para ir a Manhattan. A media tarde para preguntar si habían vuelto de la escuela. Al anochecer para saber si habían hecho la tarea. Les llama a todas horas para saber cómo están, si necesitan dinero, si papá los trata bien.
Alicia Mendieta conoció la nieve en Nueva York, escuchó por primera vez el inglés, y hace 5 años que aprende a hablarlo. Por el monitor del teléfono conoció a su primera nieta, a su primer nieto, y en unos días verá la fotografía de Gabi vestida de novia para casarse. A la más pequeña de sus hijas la vio por última vez cuando tenía 8 años.
Alicia Mendieta decidió irse sola a Estados Unidos. Jamás quiso arriesgar a sus hijos para que se reunieran con ella. Eligió dejar atrás su vida para ayudar a sus hijos a construir la suya, aunque el precio que tuviera que pagar por ello fuese no volver a verlos.
Alicia Mendienta asea departamentos, dos al día, todos los días de la semana. En sus ratos libres aprende inglés y computación y es voluntaria en Tepeyac, una organización de ayuda a migrantes.
Las cosas son como son y no como deberían ser, decía Hemingway. Como Alicia Mendienta, millones de mexicanos han emigrado en busca del futuro que en su país nunca alcanzarán. En Estados Unidos Alicia, como millones, no vive como en el cuento, en el país de las maravillas.
Viven hacinados en departamentos que comparten con otras familias, trabajan todo el tiempo, y con el dinero que envían a México –más de 22 mil millones de dólares anuales– suplen los deberes de un Estado ineficiente. Con ese dinero han sostenido y educado a sus hijos y construido sus casas.
¿Qué hace por ellos el gobierno mexicano? Quizá la última vez que existió una política activa de atención a los migrantes fue en la era Fox.
Con Felipe Calderón la agenda se narcotizó y el gobierno de Enrique Peña ha olvidado a los migrantes para promover la transformación de una economía emergente cuyo crecimiento fuera del discurso es mediocre.
¿Qué ha hecho por ellos el gobierno de Barack Obama? Ni siquiera ha tenido los cojones de presentar una iniciativa de reforma migratoria en reciprocidad a los latinos que lo llevaron a ganar la presidencia.
“Creo en la reforma migratoria”, me dijo ayer Alicia Mendieta. Guarda en un cajón el cabello que se cortó la última vez que hizo una promesa a cambio de un deseo que ya se cumplió: su hija Jessica se graduó en sicología.
El cabello le ha crecido otra vez y se lo cortará cuando pueda volver a México. Con papeles.