Ame: no esTime

“El amor es lo mejor que te puede pasar en la vida, hasta que se vuelve lo peor que te puede pasar en la vida”. Así definí al Amor, con mayúsculas, en mi “Diccionario del Caos”. Así es esta enfermedad maldita que una vez contraída no se cura, como dice Santiago Auserón, y nos contagia peor que el AH1N1.

Lo curioso es que nadie se quiere curar de esa enfermedad. Ni siquiera el pobre idiota que ama sin ser correspondido (vaya que lo conozco bien), porque el amor no requiere reciprocidad para ser. ¡Qué bonito cuando dos corazones coinciden en una sola emoción!, pero si no es así, -como suele suceder-, uno entiende a Sabines cuando dice: “No pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto”.

Puedes estar profundamente enamorado de alguien que te odia o de la peor persona del mundo, porque el amor efectivamente es ciego, como Rigo, motivo por el cuál ya sabemos que “Rigo es amor”. Pero si te enamoras de alguien que te ama profundamente es probable que en unos años después también te odie, o que tú odies al ser amado, o que ambos se odien en odios mancomunados. Por eso, en mi humilde opinión, lo ideal es que si te gusta una persona, pues la ames, pero si lo que te gusta es la soledad, ¡pues cásate con ella!

Nuestra educación emocional que va de Paquita la del Barrio a José José, y de Walt Disney a Ernesto Alonso nos hace vivir una idea del amor muy pinche. Nos enseñan a amar bajo el paradigma de Romeo y Julieta, que pasaron una noche de diversión y luego pura tragedia. En el caso del texto del Bardo ellos afortunadamente murieron y se libraron del divorcio, abogados, pensión alimenticia y esas cosas que uno no piensa cuando se enamora. Nosotr@s, y hablo por tod@s, parece que estamos atrapados en un laberinto de mentiras y prejuicios que nos condenan al fracaso amoroso. Somos unos “Losers” del amor. Y el que se sienta libre de pecado que le revise el Facebook a su pareja.

La pregunta que nos hacíamos cuando niños cada que terminábamos un cuento de hadas, la vida la responde con crueldad: La princesa su vuelve bruja, los enanos crecen y todo en determinado momento se vuelve calabaza. Sin embargo, el amor subsiste a pesar de nosotros y nos volvemos a enamorar y ese momento le da sentido a la existencia, aunque luego pasemos la existencia lamentándolo… o no. No importa que sea un efecto químico como dicen los científicos o una trampa de la naturaleza, como aseguran los biólogos. No se puede hacer una lectura racional de algo que es radicalmente irracional. Hay que enamorarse como idiotas, que es la única manera posible de enamorarse en esta vida.

El amor es maravilloso, pero como dice la canción “el amor acaba”. Basta ver a José José para ver los estragos de cómo lo dejó el amor. Por eso hay otras opciones: si el verdadero amor no llega a tu vida puedes, por ejemplo, volverte político, puedes acumular dinero y poder ante tu falta de amor, y en una de esas llegas a presidente de tu país y puedes comprarte la portada de la revista Time y puedes hacer que digan lo que tú quieras, incluso que todos te aman. Mejor aún, que eres el “Salvador de la Patria”. El poder puede crear el espejismo del amor, pero no te engañes, no tiene nada qué ver.

Me declaro enfermo de amor. Enfermo terminal de amor. ¡Mi reino por un beso de la mujer que amo! Y sé que perderé, que lo perderé todo, que será una catástrofe y me pregunto quién sabe cuántas veces pueda un corazón romperse y volverse a pegar. Por eso termino este texto con las palabras del poeta Moreno Vila sobre el amor que giran y giran en mi cabeza como una parvada de estorninos:

 

“Temamos al amor como se teme a la muerte.
Por él nacimos y por él morimos.
Seamos libres para vivir sin él”.

 (FERNANDO RIVERA CALDERÓN / @monocordio)