Ante la situación excepcional de impunidad y desamparo que se vive en miles de hogares de México, se requieren acciones excepcionales. Por eso es necesario que exista una versión pública de la investigación oficial que se ha realizado de las masacres de San Fernando, Tamaulipas, y de Cadereyta, Nuevo León, hechos que forman parte de la crisis humanitaria padecida aún en el noreste mexicano colindante con Texas.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación -que deberá decidir si hace pública o no esta información- podría sentar un gran precedente para evitar que la negligencia o la corrupción se mantengan dentro de los Ministerios Públicos.
Una decisión favorable ayudaría a combatir la impunidad y a construir una verdad histórica que nos hace falta. Este no es el problema de un número específico de 283 víctimas masacradas en estos hechos.
La sociedad mexicana en general fue víctima de un terrorismo que paralizó la vida de cientos de pueblos y ciudades, e hizo retroceder las libertades civiles de prensa, tránsito, empresarial, entre otras. Eso nunca debería suceder de nuevo, por eso es tan importante que el gobierno de Enrique Peña Nieto lleve a cabo las acciones necesarias para reparar los daños, reconocer sus omisiones, afrontar sus errores y sancionar a los responsables.
En el caso de lo que sucedió en San Fernando, Tamaulipas, entre la información confirmada que se conoce ahora -muy escasa debido a la imposibilidad de hacer periodismo en la zona- está la de que policías municipales participaron en las masacres registradas. Sin embargo, no se sabe hasta qué punto hubo colusión por parte de otras autoridades ni tampoco se sabe con precisión qué está haciendo la Procuraduría General de la República, a cargo de Jesús Murillo Karam, para llevar justicia por estos casos ocurridos durante la llamada Guerra del Narco, impulsada desastrosamente por el ex presidente Felipe Calderón.
Esta región del país conformada por Nuevo León y Tamaulipas, así como por Coahuila, resultó ser la más trastornada en los años más duros de guerra. Paradójicamente, las noticias de hoy indican que en el futuro será la que recoja la mayor parte de las inversiones de la Reforma Energética recién aprobada. Grandes consorcios de Texas y de la Ciudad de México se preparan para instalarse en la zona y hacer negocios con los recursos naturales que durante mucho tiempo estuvieron restringidos. ¿Cómo se puede construir el progreso donde ahora hay muerte, silencio e impunidad? Hacer algo así es inhumano.
Antes de que se instalen los hombres de negocios y su maquinaria es necesario despejar las sombras del inframundo del noreste de México. Tienen que ser encontradas las miles de personas desaparecidas y deben ser resueltas las matanzas acontecidas.
PD / QEPD BELÉN
Ese instante oscuro cuando en medio de una larga escritura la pantalla se vuelve un espejo antiguo. Uno recibe la noticia de un adiós y lo que sigue es la hazaña imposible de conseguir un lirio en Monterrey para ponerlo en el pecho de la persona querida recién muerta. Luego, un pequeño sistema planetario, condenadamente bello y remoto, surge en la cafetería de la funeraria.
Finalmente, seguir a una carroza fúnebre en medio del tráfico y el sol rabioso es tener la certeza de algo, aunque sea una tristeza: estas piedras filosofales no sirven para construir un sepulcro. Perdón, pero existen cosas arbitrarias, como la muerte, que nos pueden hacer abusar de las palabras.
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(DIEGO ENRIQUE OSORNO / www.diegoeosorno.com)