Grité el gol de USA contra Panamá. En la soledad de mi departamento, el “goool” de mi garganta rebotó en el muro de la sala, viajó veloz como una pelota de squash hasta la cocina, pegó un giro y entró al baño, dios tres vueltas sobre el inodoro y en vez de zambullirse en la eterna oscuridad del drenaje, retornó a mis oídos: ahí trepanó mis tímpanos para luego posarse virulento sobre mi conciencia: “Acabo de gritar el gol de Estados Unidos”, me dije confundido.
Silbatazo final: México califica al repechaje gracias a un éxito ajeno y a pesar de sus miserias. Y yo marco mi teléfono, como para que alguien me ayude a sanar mis culpas. María atiende.
-¿Supiste lo de la Selección?-, le pregunto.
-Algo.
-Ah, viste el partido…
-Je, ¿cómo crees? No, pero desde mi casa se oían los gritos de la gente en el Salón Corona.
-¿Gritos de qué?-, cuestiono, ansioso por saber si alguien compartió mis impresentables sentimientos.
-Primero abucheaban a México, pero después –explica-, cuando Estados Unidos metió gol, todos festejaron como locos y empezaron a gritar “¡Iu-e-sei Iu-e-sei!”.
Cuando su vocecita dulce pronuncia el nuevo clamor patriota en la mexicanísima cantina de la calle Bolívar, suelto unas risitas.
-¿Te ríes? Es patético. No sólo los aficionados apoyaron a USA en pleno Centro Histórico, sino que fueron igual de mediocres que su equipo al pasar de una protesta a la felicidad por una calificación por méritos de otros: los pusieron felices unas migajas.
-Pero ese ¡Iu-e-sei! fue una simple ironía –justifiqué-. No hubo un sentimiento real.
-Lo que no hubo es cerebro.
-¿Pretendías que con el gol gringo la gente pidiera, “Señor cantinero, cámbiele al Canal 22 porque es indigno celebrar”?
-Un aficionado digno ni siquiera hubiera visto el partido contra Costa Rica.
-Me estás diciendo indigno.
(Silencio)
-Pero en una de esas –refuté-, México se levanta de las cenizas, le gana a Nueva Zelanda y tiene un buen Mundial.
-¡Por Dios: llegará como siempre a Cuartos de Final!
– A Octavos, dirás.
-¿Ves? Admites que son perdedores. Y después del partido contra Costa Rica, perdedores certificados. Pasaron de fase, pero en términos legales son perdedores.
-Tienes algo de razón. Pero en realidad el responsable de nuestra esperanza es el sistema de competencia. ¿Y si te tranquilizas y vas a festejar a El Ángel?
-Voy a ir a El Ángel pero a tirarles ántrax.
-Sería muy triste que vivieras desde la cárcel el Mundial de Brasil.
-Y más triste aún que el carcelero me obligara a ver en mi celda un partido del Tri en pantalla gigante abriéndome los párpados con alfileres.
-Yo digo que en vez de atentar contra la población, la entiendas: la explosión de euforia fue espontánea e inocente. Además, si el gol salvador lo anotaba Chipre, todos hubieran gritado “Chi-pre, Chi-pre”.
-Ok, me convences, comparto tu alegría: llegar a ese partido contra Nueva Zelanda será como si en la taquilla de un gran concierto te dicen: “con ese dinero sólo le alcanza para un boleto en el baño”, y contento aceptas verlo hundido en la inmundicia.
-No hay opción: habrá que hundirnos en la inmundicia del repechaje. ¿Lo vemos juntos?
-¿Lo dices en serio?
– Sí.
– Creo que nuestro amor ha terminado.
(ANÍBAL SANTIAGO)