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11/04/2021
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Cuatro décadas

No califica para efeméride lustrosa, de plano, como esas que en ciertos periódicos aparecen todavía junto al crucigrama y los monitos, pero debo confesar que el pasado 28 de julio cumplí 40 años. Muchas cosas han cambiado en el planeta desde el día de mi nacimiento (aunque quiero pensar que no por culpa suya). En 1976 comenzaba, por ejemplo, una era extraordinaria para el rock: el estallido punk, que nutriría a tantas bandas y fertilizaría el mundo de la música popular con sus derivaciones, que combinaron el punk con el reggae, el ska, el soul, el kraut, el pop, el metal, etcétera, y dieron como resultado el dark, la new wave, el electro, el hardcore… El rock difícilmente puede ser descrito ahora como música de avanzada (o de moda, siquiera), pero con ella crecí y seguiré leal. A los 40 años sería ridículo dar el cambiazo y fingir, por ejemplo, que me interesa el jazz o el world beat o, peor tantito, el pasito duranguense.

Por allá de 1976, el Cruz Azul era la gran cosa pero la sombra del Campeonísimo verdadero, es decir, las Chivas, aún era pronunciada. Desde hace unos años, el Cruz Azul se ha especializado en perder finales y, a las Chivas, el empresario Jorge Vergara se ha encargado casi de exterminarlas. Los tiempos cambian, sí, y ahora es el América, es decir, el club de los dueños del futbol mexicano y sus árbitros, el que se ostenta como el mayor ganador de nuestra liga. Y, sin embargo, mi afición por el Guadalajara sigue intacta, lo mismo que mi afecto profundo por el Atlético de Madrid, el equipo de mi abuelo. Ya estoy muy viejo para fingir que le voy al Real Madrid o al Barcelona, aunque acumulen copas como quien colecciona pokémones.

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Total, que 40 años son pocos como para decir que uno ya sabe por dónde masca la iguana (aunque he vivido de todo y sin medida, diría ese Sócrates que es José José, lo que en mi caso quiere decir que he pasado por desalojos, expulsiones, embargos, funerales de seres queridos, pero también por tardes gloriosas y algunas buenas noches de slam), pero pocos como para darse por vencido. He escrito y publicado una docena de libros. Durante algún tiempo me dediqué a plantar pinitos. Tengo hijas. Es decir, que al famoso refrán (“Escribe un libro, planta un árbol y ten un hijo”) ya lo colmé.

Las canas y arrugas son irreversibles (no pienso recurrir a tintes ni a planchas de carne, francamente). Todavía estoy a tiempo de renunciar al alcohol, pero de momento no me siento inclinado a hacerlo. Y nunca fumé. Lo único intacto, querido lector (“mi semejante, mi hermano”, dijo Baudelaire, luego de llamarnos a todos hipócritas), son las ganas de molestar. De usted, que lee esto, y de quien lo escribe. Vamos a seguirlos molestando y vamos a seguir riéndonos de ellos acá. Gracias. Seguimos.

Written by

Escritor mexicano nacido en Guadalajara. Autor de las novelas "El buscador de cabezas", "Recursos humanos", "Ánima", "La fila india" y "Méjico".