Queda ya muy poco de tradicional en el Día de Muertos que se festeja en estos tiempos, aunque varios parecen creer que el pan de muerto sin gluten y relleno de bechamel es azteca por los cuatro costados y los maquillajes de Frida Kahlo cadavérica son virreinales. Pero no: el festejo actual bebe más del pop que del pasado. Vaya como ejemplo: el desfile de muertos que organizó el gobierno del ex DF hace un par de semanas fue inspirado por el guión de la más reciente película de James Bond, Spectre. Una secuencia, lo siento, un poco risible, es la culpable: el agente secreto británico aparece en las calles del Centro Histórico, en mitad de una de sus persecuciones de villanos internacionales, y se topa con un desfile de miles de chilangos vestidos como calaveras (nota bene: en la mayoría de las películas anglosajonas, México es un lugar en el que el Día de Muertos se celebra perpetuamente en un área que va de Tijuana a Cancún… Y ninguna calle tiene pavimento, lo que niega de plano el mayor invento de la ciencia mexicana: el bache inmortal). Pues esa kermés de calaveritas sensibles, mitad película de Tim Burton y mitad cafecito gourmet de la Roma, resulta que nos gustó y nos lo compramos. Aunque se les haya ocurrido a unos libretistas gringos e ingleses.
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Hay visiones de nuestro país un poco menos imprecisas. En el serial The Bridge (cuyas dos únicas temporadas andan rolando en Netflix, por cierto, y se dejan ver bastante bien), dos detectives, una gringa y un compatriota, indagan una serie de crímenes cometidos en la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso. La güera es retratada como una mujer fría, antisocial (va a un bar y a un sujeto que le invita un trago le indica que, directamente, mejor se la lleve a la cama) y precisa en el trabajo. El compatriota (interpretado por el gran Demián Bichir), en cambio, es coquetón, cálido, empático, le lleva flores y galletitas a las secretarias de las comandancias y anda viendo con quién queda bien, a la vez que lidia con una familia que le da puros dolores de cabeza. Esto me parece mexicanísimo y es muy probable que tenga que ver con la participación de guionistas nacionales (Fernanda Coppel y Mauricio Katz) en el equipo de escritores.
¿Quiénes somos? Es arduo o imposible establecerlo. Más sencillo resulta decir quiénes no somos. ¿O no? Si nos quejamos de las visiones estereotipadas sobre los mexicanos (hasta el extremo de la censura: durante años hubo una oficina de cine oficial que no permitía que se exhibieran en el país películas que “no reflejaran nuestra idiosincrasia”) parece cuando menos curioso que organicemos un desfile que refleja una tradición inventada por los guionistas de una cinta de espías. O será que nuestra esencia es esa.