No son excepcionales, como algunos quieren creer, sino constantes. Los ataques contra mujeres ocurren en todo momento y escenario en el país. Lo mismo en el interior de las familias que en escuelas, talleres y oficinas e, incontenibles, en las calles. La agresión contra Andrea Noel ocurrida la semana pasada en la colonia Condesa, del exDF, es un ejemplo claro. La periodista caminaba por la banqueta, cuando un tipo la alcanzó y la violentó para manosearla. Luego escapó a la carrera. Noel denunció el incidente en las redes sociales y se encontró con bastante solidaridad, sí, pero también con una multitud de trolls que se burlaron de ella y hasta la amenazaron con violarla o matarla. Por si fuera poco, las autoridades mostraron el cobre: para pararse el cuello, dispusieron que Noel fuera atendida por una pequeña multitud de funcionarios, mientras otras víctimas, cuyos turnos habían sido saltados, esperaban. La periodista los puso en evidencia y la llamaron “malagradecida”. En México estamos tan acostumbrados a callarnos la boca (ser agachón se considera, incluso, virtud) que cualquiera que señale públicamente desatinos tan obvios se expone a reacciones así.
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Lo que sucedió con Andrea Noel es un síntoma de algo innegable: la violencia sistemática contra las mujeres en medio de la que vivimos. Como ella misma hizo notar, el hecho de que sea extranjera, periodista y que su caso atrajera ciertos reflectores puso a las autoridades (relativamente) en marcha (aunque no ha servido de nada). Sin embargo ¿cuántas mujeres son agredidas cada día y no encuentran modo alguno de denunciar a sus atacantes? ¿Cuántas son humilladas e insultadas por hacerlo? ¿Cuántas son, incluso, culpadas de los ataques a las que son sometidas debido a su modo de vestir, caminar o comportarse? ¿Cuántas denuncian y deben sobrellevar un sinuoso camino de ineptitudes, complicidades, incredulidades y negligencias? ¿Cuántas prefieren, por ello, no decir nada o mentir? ¿Cuántas son víctimas de violencia física o verbal? ¿Cuántas desaparecen sin dejar huella y sus familiares deben contentarse con que les digan que están viendo visiones? En todos los casos, la respuesta es miles y miles. Cada hora de cada día.
Existe tanta violencia en México que nos hemos vuelto expertos en cegarnos. Hay quien sostiene que en este país no existe el racismo y minimiza el clasismo. Hay quien asegura que los desaparecidos andan todos de parranda y ya volverán. Hay a quien los miles de muertos se le hacen pocos. Hay quien considera que el problema es que la red se haya llenado de memes y artículos que defienden posturas feministas y no que estemos hasta hundidos hasta el cuello en un pantano de acosos, manoseos, arrimones, agresiones y feminicidios. La evidencia de que la violencia contra las mujeres en México es real, omnipresente y múltiple es abrumadora. Y debe reconocerse en toda su magnitud. Hace mucho que dio la hora de preguntarse quién carajos somos y qué hemos hecho. Y, sobre todo, qué vamos a hacer al respecto.