Despertamos el viernes con las salidas de carretera de Guadalajara bloqueadas por camiones en llamas. Sitiados por los narcos, pues. El cura de mi barrio, como es muy listo, salió a tronar cohetones en honor a algún santo. Pensé: ojalá los federales le expliquen que es mala idea. Debieron hacerlo, porque el estruendo se terminó. Encerrado en una zona alejada, relativamente, de los desmadres, me puse a seguir las noticias. Poco después de mediodía, decidí asomarme. Calles lentas y negocios cerrados. Eso encontré al salir. Gente en las esquinas. Poco transporte público. Algunas patrullas. Silencio. Aclaro que no me volví corresponsal de guerra: salí por un six de cerveza. En el barrio, todo sereno. El incidente más cercano se había producido en Analco, a 15 minutos de mi puerta. Enlisté las cosas que me parecieron fuera de lo común:
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1. Dos minibuses, manejados por sendos choferes histéricos, que no se detuvieron y dejaron una esquina abarrotada. Luego leí que cinco unidades del transporte público habían sido incineradas durante la jornada. De ahí la prisa.
2. Una mujer, en camioneta, pasándose los semáforos y gritando, al aire, que la dejaran irse. Y bramando, al celular en su mano: “¡Orita llego, comadre!”. Según el reporte oficial, un solo civil murió en los enfrentamientos del viernes. La neurosis nos atacó a varios millones.
3. Una camioneta con altavoces que coreaban la cumbia: “Vota por el PAN, vota por el PAN”.
4. Dos tipos que les tiraron una piedra a los voceadores. No los culpo.
5. Una camioneta sin placas ni rótulos, a unos 140 por hora, con torreta iluminada y sirena aullando. Si eran policías, lo disimulaban muy bien.
Luego pudimos ver en redes que los voceros priistas llamaban a la “unidad” (y estábamos unidos, claro: en nuestras casas y esperando que despejaran las calles). Comenzaron a circular en las redes burdos montajes en los que se trataba de mostrar alguna clase de relación del principal candidato opositor a la alcaldía de Guadalajara con los bloqueos. Repulsivo, sí. Así quedó demostrada, otra vez, la utilidad de nuestros partidos y sus campañas electorales.
Las declaraciones oficiales aceptaban que el caos no había sido controlado, pero pedían también “aprovechar la oportunidad”. El viejo estilo de la política jalisciense.
–Nos confirman que es el fin del mundo, señor.
–Ah. Tuiteen eso de: “Es hora de mantenernos unidos, atraigamos el turismo y la inversión”.
Por la tarde, cuando la emergencia pasó, algunos nos atrevimos a salir nuevamente. Sorpresa: existen tapatíos que aseguran que no pasó nada. Son, creo, los que viven en el estado de Lagos de Moreno, descubierto hace poco por el Presidente. Allá, en esa aldea de pitufos felices, no sólo no tuvieron bloqueos, sino que incluso hubo bailables y rifaron teles de plasma. Odio contradecir a los optimistas, pero no: Guadalajara está bien sólo si la comparas con cómo quedó Nueva York en la película de los Avengers.
-(Antonio Ortuño)