Hace pocos días (a ningún chilango le sorprenderá), tardé más de 40 minutos en recorrer el pequeño tramo que separa el segundo piso de Periférico hasta la salida al Toreo. Ni siquiera llovía y tampoco era viernes, pero la calle se asemejaba a un gran pantano de hojalata y humo. Toda una experiencia contemplativa que me permitió reflexionar acerca de la situación automovilística en el DF. Por ocio, más que por otra cosa, me puse a observar lo que pasaba dentro de cada coche: una sola persona en el interior, la más de las veces, entretenida con el teléfono, como si cada uno, resignado a la inmovilidad, se hubiera transportado a la sala de espera de un consultorio donde no queda otra opción que matar el tiempo. Me dije que, sin duda, los que estábamos ahí, obstruyendo la calle, ocuparíamos mucho menos espacio si estuviéramos de pie y que, de haber elegido otro medio de transporte, habríamos llegado mucho más rápidamente a nuestro destino. El ITDP (Instituto del desarrollo del transporte por sus siglas en inglés), tiene una imagen muy elocuente en la que se muestra, en una misma calle, el espacio que ocupan sesenta personas en bicicleta, el que ocupa esa misma gente en autobús y después en coche. Según esta organización, al paso que vamos, en menos de un lustro la Ciudad de México será un inmenso estacionamiento público sin ninguna movilidad. También según el ITDP, el promedio en la ciudad es de 1.3 personas por automóvil. Todo un derroche, como tantos que caracterizan a nuestro país. Uno podría preguntarse ¿qué pasaría si todas las personas que utilizan el transporte público porque no tienen opción, se pusieran un buen día a circular en coche? Simplemente no cabríamos. En un libro muy interesante llamado La convivencialidad, el filósofo Iván Ilich se pregunta, entre muchas otras cosas: cómo lo que en un principio parecía constituir una ventaja, se puede convertir en una incómoda dependencia. En pocas palabras, ¿si durante tantos siglos, vivimos tan bien sin el automóvil, por qué ahora resulta que no podemos hacerlo sin él?
Los diferentes gobiernos de la Ciudad de México han tenido, a lo largo de los años, algunos chispazos de conciencia respecto a este problema y por eso han intentado poner en marcha diferentes medidas como el ‘Hoy no circula’, el alza en el precio de la gasolina, los parquímetros o los carriles de bicicleta. Aunque en lo personal prefiero los tranvías, creo que el Metrobús fue una medida acertada. Sin embargo debería de haber muchos más autobuses en las horas pico porque el hacinamiento ahí dentro dista mucho de ser soportable. Estoy de acuerdo en que una de las prioridades del gobierno del DF es mejorar el transporte público. En lo que no estoy de acuerdo es en pensar que, a los ciudadanos sólo nos corresponde esperar resignadamente, como uno espera el cambio de semáforo en Patriotismo y Benjamín Hill, a que algún político lo haga. No sé si el ‘Hoy no circula’ demostrará algún día su dudosa eficacia, lo que sí me queda claro es que resulta imperativo hacer algo y de preferencia cuanto antes.
( Guadalupe Nettel)