Qué tiempos aquellos en que los diplomáticos mexicanos eran personas como Alfonso Reyes, Carlos Fuentes, Octavio Paz o Fernando del Paso, personas con estudios universitarios, artistas e intelectuales, conocedores como pocos de la cultura y la historia de México, y a la vez interesados en aprender de las culturas extranjeras para reflejarlas en libros como Vislumbres de la India o Ladera Este.
En estos últimos meses, México ha renovado su cuerpo diplomático con personas que como las que acabo de mencionar no estudiaron en la Matías Romero. Sin embargo, a diferencia de aquellos, no son intelectuales sino políticos de dudosa reputación. El primero que me viene a la cabeza es Fidel Herrera, exgobernador de Veracruz, nombrado recientemente cónsul en Barcelona. Acerca de él dice el diario El periódico: “Der ser ciertas las afirmaciones de 14 testigos protegidos, las investigaciones a uno y otro lado del río Bravo, la calificación de la revista Forbes que lo considera una de las «10 personas más corruptas de México», o la propia convicción del pueblo veracruzano, que aún lo recuerda como «el Z-1», o protector del cártel de Los Zetas, México envía a Barcelona a un auténtico representante de lo que hoy es su Estado”.
Ojalá fuera sólo uno. Sin embargo, el actual gobierno mexicano no se conforma con mandar a este ejemplar a Barcelona, sino que está formando un cuerpo diplomático como no se había visto antes. Marisela Morales que antes dirigía la PGR nos representa en Milán, el exgobernador de Chiapas Juan Sabines Guerrero es hoy cónsul en Orlando, y se rumora que Jesús Murillo Karam podría ser el nuevo embajador en Portugal. Aunque una pequeña parte de mí no deja de alegrarse de la distancia que ahora nos separa de ellos, pienso en todos los diplomáticos de carrera que conozco, los que pasaron concursos para recibirse, los que durante años han trabajado para subir peldaños, y cuando les toca ser embajadores o cónsules no encuentran sitio porque este gobierno nombra a otro tipo de personas para representar a nuestro país.
Entre los requisitos del Servicio Exterior para pertenecer al cuerpo diplomático se exige “tener buenos antecedentes” y “estar física y mentalmente apto”. Por un lado me digo que sería necesario exigir que se respetaran y, por otro lado, me pregunto quién podría representar mejor al Estado mexicano actual que estos diplomáticos tan singulares. Si este es el gobierno que elegimos, si esto es lo que tenemos en casa, ¿no conviene que lo sepan también en los otros países? Una cosa es segura, nuestro gobierno le está dando la razón a Donald Trump: cuando México manda gente al extranjero no siempre elige a sus mejores ciudadanos.