He escrito para distintos medios sobre el despido de Carmen Aristegui. Aquí discutiré una conclusión simplista: su salida es una decisión empresarial que Grupo MVS tenía derecho a tomar. Un asunto entre particulares.
Reducir la salida de Aristegui a esto puede ser resultado de ignorancia o simplismo interesado.
LEE LA COLUMNA ANTERIOR: Aristegui: sin verdades absolutas
¿De verdad no hay nada más alrededor? ¿Nada más atraviesa este delicado asunto?
Hablemos de dos temas centrales: poder político y poder empresarial.
El poder político siempre ha intentado poner filtros y límites a la libertad de los propietarios de periódicos y los concesionarios de radio y cadenas de televisión.
Lopez Portillo definió la complicidad entre prensa y poder: “no te pago para que me pegues”. La instantánea de una época en que el reparto de dinero a los periodistas era común y los medios recibían presiones para contener la difusión de información negativa.
Pancho Galindo, un político que hacía política al viejo estilo, ordenó en el gobierno de López Portillo cancelar la publicidad gubernamental que recibía el semanario Proceso.
Con la transción de 2000 –y quizá desde Zedillo– el gobierno frenó el reparto de dinero, pero hubo cosas que no cambiaron, entre ellas las presiones desde Los Pinos a los medios.
¿Qué sucede en el gobierno peñista?
Las presiones para frenar, contener y no publicar asuntos no ha sido una cosa aislada, y menos aún con los medios más críticos. Una pregunta válida: ¿Está de vuelta el reparto de dinero en la fuente presidencial?
¿Cómo se comporta el poder empresarial en todo esto? Los propietarios de los medios son empresarios y los medios son negocios y algunos ejercen una mayor libertad que otros para publicar, o se dejan presionar menos por el gobierno.
¿Qué sucedió con MVS y el despido de Aristegui? ¿En verdad el asunto se reduce al uso indebido de la marca de la empresa en la plataforma Mexicoleaks para recibir denuncias anónimas?
¿No hubiera sido más sencillo que los Vargas pidieran a la periodista deslindar a su empresa de Mexicoleaks en vez de matar a la gallina de los huevos de oro? ¿Si la periodista ganaba 1 millón mensual, cuánto facturaban los Vargas en las toneladas de publicidad que acarreaba su programa?
Aquí no sólo entran en juego asuntos como la ausencia de regulación de la publicidad oficial a los medios –50 mil millones en 2015– sino muchos más intereses y dinero. Grandes negocios en puerta, o negocios en riesgo.
¿El gobierno presionaba a los Vargas? Sí, dirán unos. No, dirán otros. Los hechos: a fines de 2014, Dish, una de sus empresas, fue multada con varios millones de dólares. ¿Era justo? Tal vez. Pero en este país hay cosas que ocurren o no, depende lo cerca o lo distante que se esté del poder –¿recuerdan la condonación de impuestos a Televisa?– Los Vargas tenían sentada en su casa a Carmen Aristegui, reventando asuntos incómodos para el gobierno peñista.
(Wilbert Torre)