El título de la foto es: Germans smiling (alemanes sonriendo). Un título inocente para lo que tus ojos verán si bajan a la imagen que las dos palabras refieren. En un campo cubierto de nieve -quizá Rusia o Polonia- cinco nazis sonríen a la cámara. ¿Por qué? Porque atrás de ellos se alzan dos cadáveres de judíos. Cuelgan de un árbol. Cabezas vencidas por la asfixia final, rictus de la muerte en la boca, mientras dos de sus verdugos aún jalan las sogas con que acaban de asesinarlos.
En la fotografía accesible en www.documentingreality.com todos los nazis sonríen. El homicidio de dos semejantes, individuos cuyo pecado era pertenecer a otra religión y otro pueblo, es un deleite.
En estos días en que el nombre del gobernador de Veracruz se reproduce con obstinación en los medios, remueve las tripas un discreto e insistente gesto con que Javier Duarte es captado en actos públicos y que volvió su marca: una media sonrisa, su sonrisita pilla, la sonrisa del travieso juguetón, del pervertido sosegado y contento.
El debate de estos días es: si en el periodo de Duarte han sido ejecutados 19 periodistas; si Veracruz es imperio de cárteles; si cinco jóvenes de Tierra Blanca fueron entregados por la Policía Estatal a la delincuencia para ser torturados, quemados, triturados y arrojados a un río; si la Auditoría Superior detectó un desfalco de 35 mil millones de pesos, entonces Duarte debe irse. Y para echarlo hay dos vías.
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La primera -por la que pugnan PRD y PAN- es el juicio político. El camino, aunque estridente, es inútil, y desde el inicio del trámite Duarte se asegura la impunidad por tendencia estadística. Hoy existen 288 solicitudes de juicio político contra funcionarios: ninguna, cero, ha progresado.
La vía dos, con la que coquetea la cúpula del PRI -el propio partido de Duarte-, es que pida licencia. Ojalá Manlio tuviera hambre de justicia; no, la licencia del político interesa porque en Veracruz hay elecciones en junio y el tricolor quiere ganar. Si no bastara, el estado posee 5.5 millones de electores, botín en riesgo para los comicios presidenciales si la sociedad no atestigua el simbólico suceso: el gobernador maldito, depuesto.
¿Y si Duarte pide licencia tendrá castigo? Viajemos a octubre de 2014: el gobernador Ángel Aguirre solicita licencia por un posible robo de su familia al erario, la violencia descomunal en Guerrero, las 43 desapariciones de los estudiantes de Ayotzinapa y el caos en las investigaciones.
Libre y tranquilo con su amada licencia, Aguirre ya prepara su regreso a la política, informó hace un mes su amigo Sofío Ramírez, senador del PRI.
Como los nazis ante los muertos, Aguirre sonríe. Y entonces también entendemos la sonrisa del pícaro Duarte: las depravaciones a las que aspiraba están cometidas, y esas depravaciones no tendrán consecuencias. Su sonrisa nos advierte que su vida es y será bella.