En el asunto de la consulta sobre el futuro de avenida Chapultepec, que se decidirá mediante una votación en la que participarán este domingo los habitantes de la delegación Cuauhtémoc, no se están enfrentando en realidad dos opiniones sobre ese espacio público, sino dos modelos de gestión urbana; una, digamos, la autoritaria, y la otra, que considera la participación de la gente en la toma de decisiones.
En la Ciudad de México, la única que se conoce es la primera.
Durante el gobierno de Marcelo Ebrard, sólo por poner un ejemplo, se remodeló la Alameda y se creo un virtuoso paseo que va desde el monumento a la Revolución hasta el Zócalo, sin mayor consulta pública. Fue una intervención que funcionó muy bien. Pero también se modificó la plaza de Tlaxcoaque y se remodeló un pedazo de Reforma con monumentos que conmemoran conflictos internacionales y dictadores de otras latitudes. Cuando la ciudadanía tomó nota, hubo protestas: el asunto terminó en una pequeña escaramuza diplomática que dejó no sólo ofendidos a los armenios, a los azeríes, sino también a los vecinos de Polanco y patronos del Bosque de Chapultepec.
Bien mirada, la ciudad está plagada de estos conflictos: la torre Virreyes, el deprimido de Mixcoac, la remodelación de Presidente Masaryk, la instalación de los parquímetros, la Supervía Poniente, etcétera. De hecho, la coalición que se ha formado alrededor del No al proyecto que ha presentado la oficina ProCDMX recoge a todos estos grupos vecinales de distintas partes de la ciudad que han quedado dolidos por problemas anteriores.
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El corredor Chapultepec está catalizando una nueva forma de organización urbana. Veremos si sobrevive. Yo creo que tiene trabajo para rato porque si gana el Sí, habrá de enfrentar los otros proyectos similares de Chapultepec anunciados por ProCDMX; y si gana el No, pues ya se sentó un precedente.
Ya lo he contado en otras ocasiones, pero vale la pena traerlo a colación de nuevo. Hace poco, el alemán Gerhard Steindorf, gerente del proyecto Tempelhof 2011-2015, quien debía decidir sobre el futuro del terreno que ocupaba el antiguo aeropuerto de Berlín, contaba que se había presentado un plan muy razonable para el mejoramiento de ese espacio (Nada que ver con lo de Chapultepec, por supuesto. El plan berlinés incluía una pequeña intervención periférica que mejoraría la calidad del parque). El proyecto se sometió a un referéndum y la ciudad decidió rechazarlo. A Steindorf no le gustó el resultado, pero no tenía ni un pero con el proceso.
Ya veremos lo que pasa el próximo domingo. Quién ganará, ¿las viejas maneras o un nuevo pacto para gestionar el espacio público?