Pensaría uno, al leer ciertos comentarios entusiastas, que la periodista Carmen Aristegui es tan pura y digna que, tras ser echada de MVS la semana pasada, ascendió a los cielos y se dedicará de ahora en adelante a interceder por los desamparados. Claro: la contraparte se encuentra en esa calaña enardecida que le cuelga sambenitos como ‘Chairistegui’ (quizá el apodo más torpe y forzado que se recuerde en un buen tiempo) y la tiene catalogada como una mera locutora amarillista, cuando no una desestabilizadora profesional. No concuerdo ni con unos ni con otros pero los segundos me irritan infinitamente más. Aristegui presentada como santa laica llega a dar flojera, sí, pero los argumentos de varios de sus detractores son cuando menos canallas. Y cuando más, interesadamente canallas, sin el atenuante de la mera estupidez.
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Presentar su salida de la barra matutina de radio, en la que era la reina absoluta de la sintonía (qué gracioso que Ciro Gómez Leyva diga que Aristegui “animaba la competencia”, como si su propio y desangelado noticiero tuviera alcances medianamente comparables), como un “conflicto entre particulares” o un “asunto comercial”, como han hecho, con indiscreta sincronía, la Secretaría de Gobernación y algunos “líderes de opinión” en columnas y noticieros radiofónicos, es un sofisma. Bajo esa óptica, que ignora los vastos antecedentes de intervención y presión oficiales, también el golpe contra Excélsior en 1976, es decir, el ejemplo modélico de la injerencia estatal contra los medios críticos en el país, habría sido un “conflicto entre particulares” (y como tal, hay que recordar, lo calificó el entonces presidente Luis Echeverría al lavarse las manos de su ejecución).
Quienes se empeñan en lanzarse contra Aristegui recurren a falacias y disparates. Dar a entender, como se ha hecho, que la periodista no puede tener razón en su desacuerdo con MVS debido al elevado salario que percibía es directamente un despropósito. No se puede, tampoco, pasar por alto la nimiedad de la excusa esgrimida por los empresarios, es decir, el uso sin permiso de la marca MVS como asociada al portal de denuncias anónimas MéxicoLeaks, que es apoyado por varios medios y organizaciones civiles, entre ellos el equipo de Aristegui Noticias, al cual responsabilizaron. ¿Es esa ocurrencia motivo suficiente para deshacerse de la periodista radiofónica más escuchada en el país junto con todo su equipo? ¿No resulta sintomático que se trate de la periodista y el equipo que revelaron la trama de intereses de la Presidencia de la República con la constructora Higa? Es como si The Wall Street Journal hubiera corrido a Woodward y Bernstein, los reporteros que revelaron el episodio de Watergate que hizo caer a Nixon, por no respetar los códigos de vestimenta de la redacción o por estacionarse fuera de su lugar asignado.
No hace falta ser un porrista incondicional de Carmen Aristegui para percatarse de que su salida del aire es una mala noticia y una pésima señal. Nunca se hundió la libertad de prensa en un país sin que los derechos humanos, sociales y laborales se hundieran junto con ella.
(Antonio Ortuño)