Camino azorado por Michoacán y me pregunto en qué momento se jodió todo. Cómo es posible qué las cosas se hayan puesto tan mal, que se hayan descuidado tanto al punto que parezca una empresa imposible dejarlas como estaban. Carajo. Nada más de ver el Foro Lindbergh todo grafiteado da coraje. Basura y cacas de perro fino, cubetas con cemento y franeleros al asedio. La Condesa ya no es lo que era antes, me cae.
Pero no he venido a hablar de la Condesa, ni de las quejas o frivolidades cotidianas que tenemos los habitantes de una ciudad que no está en llamas como sí lo está Michoacán. Allá, ahora, los caballeros templarios, los grupos paramilitares y el ejército mexicano conforman la santísima trinidad de la violencia y no importa de qué lado estés, nunca podrás saber de dónde vendrá la bala que te mate.
Sabemos que los grupos paramilitares constituyen un peligro inminente y la experiencia de Colombia nos dice mucho al respecto para quienes tengan sus dudas. Todavía recuerdo con dolor el asesinato del gran crítico y humorista bogotano Jaime Garzón a manos de los paramilitares en acuerdo con el Estado en 1999. Por otro lado también sabemos que en México estos grupos surgieron ante la incapacidad de las autoridades de proteger a las comunidades asediadas por los templarios y otros grupos criminales, pero con su venia (y en algunos casos su franco apoyo y financiamiento) para hacer la justicia por mano propia y deslindar al Estado de su responsabilidad sobre la impartición de la misma.
El gobierno federal podrá armar sus sainetes intentando convencer al que se deje de que la situación está bajo control, pero en Michoacán no parece que nadie vaya a dejar las armas porque ello implicaría darle a los caballeros templarios vía libre para vengar las afrentas. Sería ridículo también que el gobierno de Peña Nieto decida gastar pólvora enfrentado a estos grupos cuando no han sido capaces de debilitar a los criminales que las mismas autodefensas combaten.
La realidad parece decirle a cada mexicano: “Autodefiéndete que yo te autodefenderé”. Ninguna autoridad en este país es capaz de garantizar nuestra seguridad y esa no es una noticia de actualidad. Hace algunos años siendo víctima de una lamentable amenaza de muerte por cierto artículo publicado, solicité protección policiaca, a lo que un agente de la misma policía me respondió con un ejercicio de honestidad: “yo le recomiendo que mejor se cuide usted solo. Si lo quieren matar nadie puede cuidarlo más que usted mismo, ande alerta, trate de no salir; si le ponemos una patrulla para que lo vigile, al ratito esos mismos policías se lo van a chingar porque van a conocer sus movimientos, así que lo mejor es que se cuide usted”.
Desde entonces me quedó muy claro que estamos solos es esto de lidiar contra el crimen organizado y que Osorio Chong y sus amigos dirán misa pero no hacen nada, porque saben que la realidad jodida de este país y el cielo un autodefensa en cada hijo nos dio.
Detengo mi marcha atribulada y miro al cielo pidiendo clemencia. Las nubes se abren majestuosamente y por encima de ellas emerge, cual Mufasa ante Simba, la imagen inmaculada del Buki Mayor que nos dice: “¿A dónde vamos a parar?”
No he parado de preguntármelo.
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(Fernando Rivera Calderón)