Si todos tuviéramos un mentor no nos sentiríamos tan perdidos en el camino profesional o de emprendimiento. Necesitamos retomar esta figura en la educación formal e informal para nunca perder nuestro propósito
Por Genaro Mejía
Me sentía como un ratón asustado en medio de tanta gente yendo de un lado a otro. Era mi primer día en la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Antes había estudiado hasta la prepa en escuelas públicas del Estado de México e hice examen para competir por un lugar en la UNAM. Era eso o quedarme trabajando un año como ayudante en un Aurrerá en el departamento de frutas y verduras, donde mis papás me pusieron a trabajar por si acaso. En casa no alcanzaba para pagar una escuela privada.
Tenía 19 años y el sueño de convertirme en un gran periodista. Pero también estaba lleno de dudas y miedos. Había vivido en un pueblito toda mi vida y era mi primera vez en la gran Ciudad de México.
No sabía cómo iba a lograr ese sueño ni por dónde comenzar. Dudaba mucho de si tendría el talento y las facultades para tener éxito.
Todo empezó a cambiar un día, en la tercera clase de taller de Nota Informativa, con la maestra Olga. Después de entregarme mi segundo texto creativo armado en la clase anterior y mostrarme un espantoso “6” de calificación, agarró las hojas, las hizo bolita y las tiró a la basura.
Me sentí frustrado y reclamé: “No entiendo esa calificación, si es un texto muy parecido al primero que hice, en el cual me puso ‘10’ y le gustó mucho”, le dije. Ella me contestó: “Por eso tienes un ‘6’ porque hiciste lo mismo que en tu primer texto, no avanzaste, no hiciste nada por hacerlo mejor.”
Ahí entendí que la competencia era contra mí mismo. La profesora, sin decirme más, me dejó claro que veía potencial en mí. Creyó en mí. Desde ese día, la maestra Olga se convirtió en mi mentora académica y de vida, me ayudó a crecer, a aprender muchas cosas y me retó siempre.
Mentores para la vida
¿Quién puede decir que siempre ha tenido todas las respuestas sobre su futuro profesional? ¿Quién nunca ha tenido dudas sobre qué carrera, diplomado, taller o maestría estudiar? ¿Quién nunca ha sentido miedo al tener que decidir por una nueva oferta laboral o sobre si lanzarse o no a emprender?
Por eso me gusta mucho lo que está haciendo la Prepa Tecmilenio con el programa de Mentoría Apreciativa, donde, desde que las y los jóvenes ingresan, tienen a un profesor que se vuelve su mentor durante los tres años.
Este mentor les ayuda a desarrollar sus habilidades personales e interpersonales, les acompaña para descubrir su propósito de vida y para elegir su vocación. Juntos co-crean al futuro líder que será agente de cambio en beneficio de la sociedad y del planeta.
“El mentor es fundamental en el proceso de autodescubrimiento de los jóvenes, para acompañarlos en la búsqueda de su propósito de vida y así formar a los profesionistas y emprendedores del futuro”, dice Alberto Pérez, coordinador nacional de Mentoría de Tecmilenio.
Para expertos en mentoring de Harvard, el mejor mentor es el que se centra en la persona integral y no sólo en la carrera profesional. “En su nivel más alto, la tutoría significa comprometerse a ayudar a otros a convertirse en versiones más completas de sí mismos”, dice el profesor Anthony K. Tjan.
Yo tuve mucha suerte, pero hay muchos jóvenes que no la tienen. Me gustaría que todas y todos los adolescentes que están en momentos difíciles, de dudas e inseguridades, tuvieran un mentor. Creo que es la manera más eficaz de formar a los nuevos líderes que el mundo necesita y también a mejores seres humanos, plenos e íntegros.
Pero también de dejar las aulas y la educación formal, todos necesitamos un mentor con mayor experiencia y conocimientos que nos oriente en momento de duda e incertidumbre, que nos ayude a reconectar con nuestros valores profundos y con nuestra razón de ser y estar.
Yo estaba perdido y, gracias a mi mentora, me encontré y supe para qué estoy aquí.