“Bien por los Arieles”, por @guillermosorno

Normalmente la ceremonia de entrega del Ariel era un desastre: aburrida, larga, pomposa, mal organizada y deslucida.

Recuerdo un año en que los costados de la alfombra roja, que deberían de estar atiborrados de curiosos y fotógrafos, estaban vacíos.

Pero la más reciente entrega de los premios de la Academia Mexicana de Cine estuvo buena. Se dice que esto es un reflejo del considerable aumento en la producción de películas: 126 el año pasado, igual a uno de los momentos de más producción de la época de oro del cine, pero todavía baja en comparación con otros países latinoamericanos. Bueno, pues había que celebrar eso. Antes, la competencia se armaba por medio de ternas; hoy, hubo categorías con cinco películas.

El escenario del Palacio de Bellas Artes estaba bien decorado; los actores, las actrices y los productores bien vestidos. El guión del evento estaba bien hecho, gracias a Flavio González Melo.

Los conductores, Regina Orozco y Enrique Arreola estuvieron atinados. Hicieron chistes sobre las preguntas de Alfonso Cuarón a Peña Nieto a propósito de la reforma energética; mostraron una película de Clavillazo en el espacio como antecedente de Gravity; se burlaron de la insistencia de la prensa mexicana en incluir a Lupita Nyongo en la nómina nacional; nos hicieron reír con sus burlas a las películas de narcotráfico y migrantes, las dos grandes obsesiones del año pasado: Heli y la Jaula de Oro.

La ceremonia tuvo un momento político importante: se mencionó la falta de visión de los negociadores del TLC para incluir una cláusula de excepción cultural al cine, como lo hizo Canadá. (Si bien el cine es una industria, se piensa que no se puede negociar en los tratados como un rubro más, sino que habría que protegerlo por su aporte económico y cultural). Se habló de la necesidad de arreglar la distribución del cine mexicano.

Hubo momentos emotivos, por ejemplo, cuando el joven actor guatemalteco Brandon López ganó el premio a mejor actor; o cuando Regina Orozco cantó una hermosa canción mexicana durante el homenaje a las personalidades de la industria muertas el año pasado.

Y finalmente, esa ceremonia fue la fiesta de las películas. Me dio muchísimo gusto que Roberto Fiesco se llevara el Ariel por Quebranto al mejor largometraje documental; una pieza que cuenta la historia de cómo un actor infantil llamado Pinolito se convierte en Coral Boelli, la actriz actual; y que Arturo Ripstein, tan enemigo de esos premios, se haya parado en el escenario a recibir un homenaje porque, dijo, los tiempos han cambiado.

No he visto La Jaula de Oro, la película más premiada de esta edición. A mi Heli, de Amat Escalante, me gustó muchísimo, pero sólo ganó mejor director.

Por cierto, me encontré al director, ganador de Cannes, en el baño. Soy su fan y lo iba abordar en ese momento, pero me contuve, me porté a la altura, como la ceremonia entera de los Arieles.

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(GUILLERMO OSORNO / @guillermosorno)