Los políticos suelen decir que adoran la competencia, que sus reformas son para aumentar la oferta. Que gracias ellos habrá más opciones de telefonía, más canales de televisión, más opciones con los bancos. La competencia es, en sus discursos, la gran ruta para mejorarlo todo. No obstante cuando se trata de que existan opciones distintas a las que ellos representan, ahí se les acaban las ganas.
Pero hay más. Si un grupo de ciudadanos quiere impulsar una candidatura independiente a la Presidencia de la República, tendrá que reunir – con la legislación actual – casi el cuádruple de las firmas que se requieren para formar un partido político. Imposible, no, pero sin duda muy cuesta arriba, resultado de una ley que busca eliminar la llegada de alternativas para los electores.
Por eso me resultan admirables los candidatos independientes. No porque por sí mismos sean mejores que los candidatos de partido. Siempre hay que valorar a las personas y a los impulsores de cada aspirante por sus propios méritos, sean de partido o por su cuenta, pero lograr entrar a un juego cuando los otros jugadores pusieron las reglas en tu contra, es merecedor de un reconocimiento.
De ahí que valga la pena seguir a personajes que han logrado reunir las firmas para este proceso de 2015. Se veía en chino, y aún así, algunos lograron reunir más apoyos que los que se requiere para un nuevo partido, sin recursos públicos, sin spots y con el enorme obstáculo de tener que obtener fotos de las credenciales de elector. En el país de la desconfianza eterna, en el que nadie quiere compartir sus datos con extraños, algunos lo han logrado.
Falta ver las revisiones que hagan los órganos electorales de las firmas (que espero jueguen limpio y no al servicio de los partidos) y por supuesto habrá que ver cómo logran hacer campañas en un entorno tan hostil, qué ofrecen, cómo abren brecha en este camino nuevo.
Pero de entrada, en medio de un ambiente político tan sucio y con tanta desesperanza, me parece alentador que pese a todas las barreras algunos candidatos, y sus simpatizantes, están dispuestos a pelearle a los partidos el monopolio que han construido para llegar al poder.